La Iglesia católica española falsea la realidad con la publicidad que presenta a un niño que gatea como si estuviera desprotegido por la Ley -¿acaso está permitido el asesinato de bebés en nuestro país?-; los firmantes del Manifiesto de Madrid, al equiparar vida humana con ser humano; y el Papa, al proclamar en África que la distribución de condones no ayuda a luchar contra el sida y que su uso «sólo aumenta el problema». Si las tonterías que dicen los diferentes estamentos de la Iglesia y sus satélites las dijeran otros, serían objeto de duras críticas generalizadas en los medios de comunicación; pero el Universo católico goza de inmunidad, diga lo que diga. ¡Qué atinado ha estado Melchor Prats, Mel, con la viñeta que seguidamente reproduzco y que he conocido gracias a Nacho Escolar!
El sida es una epidemia y el condón, un medio muy eficaz para frenarla. Decir lo contrario es poner en grave peligro la salud de millones de personas, sobre todo, en el Tercer Mundo. Porque en los países ricos la mayoría de los católicos pasa de la Iglesia cuando desde su cúpula se dicen tonterías del calibre de que el preservativo no sirve para nada contra el sida. Por fortuna, sociedades como la española son conscientes desde hace años de que el condón no sólo es un eficaz medio anticonceptivo, sino también una herramienta indispensable a la hora de controlar la expansión del VIH. Pero todavía hay muchos países, generalmente los más pobres y atrasados, donde lo que dice el Papa es palabra de Dios. Al proclamar que el condón agrava la crisis del sida, Benedicto XVI pasa por alto todas las pruebas científicas reunidas en más de veinte años y atenta directamente contra la vida de millones de personas, muchas de las cuales contraerán una grave enfermedad y, en muchos casos, morirán por no usar el demonizado preservativo debido a sus creencias religiosas.
Más sutil es equiparar un embrión recién concebido con un bebé crecidito al hablar del aborto, como ha hecho la Conferencia Episcopal Española, e intentar hacer pasar vida humana por ser humano, engaño al que juegan los firmantes del llamado Manifiesto de Madrid. Santo Tomás de Aquino consideraba que hasta los cuarenta días de embarazo no había en el embrión nada humano. Hoy en día, nadie niega que un embrión es desde el primer momento vida humana, pero eso no significa que sea un ser humano.
«Un embrión congelado es una especie de morita que tiene el tamaño de la cabeza de un alfiler. Se trata de un grupo de células madre, con toda la información genética. Si se divide en dos, puede dar lugar a dos embriones, siempre que se implanten y las condiciones en el seno materno sean las apropiadas. En esos primeros pasos, si se retiran dos células del embrión, se dividen otras y las reemplazan. Esas moritas no son seres humanos. Un embrión congelado no es un ser humano, aunque tenga la capacidad de serlo, como también la tienen cada óvulo y espermatozoide», me explicaba hace unos años el biólogo Francisco J. Ayala, respecto a los primeros estadios del embrión. Es muy probable que los avances de la ciencia permitan en un futuro próximo que un ser humano se desarrolle a partir, por ejemplo, de células de piel reprogramadas: ¿significará eso que, entonces, cometeremos un aborto masivo cada vez que nos duchemos o nos rasquemos?
¿Una alternativa a la Religión? No gracias
La pretensión de los obispos vascos de que los alumnos de Bachillerato que no asistan a clase de Religión tengan por obligación que cursar una asignatura alternativa es otra demostración más del intento de imponer la doctrina católica a toda costa. Dicen Ricardo Blázquez, Juan María Uriarte, Miguel Asurmendi y Mario Iceta que los pactos entre España y el Vaticano exigen que “el hecho de recibir o no la enseñanza religiosa no suponga discriminación alguna en la actividad escolar», y que el acuerdo alcanzado por las fuerzas políticas del Parlamento vasco lo vulnera. No es así. Lo que ocurre es que, al ser la Religión optativa y no haber una alternativa obligatoria, sólo se apunta a esa asignatura quien quiere, con lo cual los 800 alumnos de los centros públicos que la cursaban el año pasado se han reducido a 150.
¿En qué perjudica ese diseño curricular a los alumnos de Religión? En nada. Pueden seguir siendo adoctrinados libremente y, además, no deben renunciar al plus formativo que una asignatura alternativa otorgaría a sus compañeros y no a ellos. Por eso, lo que creo que los obispos vascos quieren en realidad es que a los bachilleres se les ofrezca como asignatura alternativa a la Religión una que convierta ésta en una maría -lo que siempre ha sido- y provoque de rebote un aumento de las matriculaciones. Pero para la formación en la docrina católica no tiene que haber alternativa, como no la hay para el tenis, la natación, las clases complementarias de idiomas…
El autobús creyente español -que incluye la publicidad y los manifiestos antiabortistas engañosos, la condena del condón y la enseñanza de doctrina en la escuela pública porque sí- no se financia sólo gracias a las aportaciones de los fieles y a la equis que algunos contribuyentes ponen por convicción o tradición en una casilla de la declaración de la renta para destinar una parte de sus impuestos a la Iglesia. El autobús creyente español lo pagamos entre todos, porque los católicos no pagan un plus en sus impuestos para su confesión, que sería lo lógico y lo justo, sino que detraen una cantidad de lo que les toca aportar al fondo común. El sistema es injusto para el resto de los ciudadanos que pagamos todos nuestros impuestos al fondo común, vemos cómo los católicos no lo hacen y destinan parte a su club privado, y encima, indirectamente, que el Estado hace de recaudador para la Iglesia. Ya es hora de que el Gobierno ponga fin a este abuso y de que el autobús creyente español lo paguen únicamente quienes quieran viajar en él. Si no, que me dejen que detraiga la parte correspondiente de mis impuestos para financiar el movimiento humanista.
Nota publicada en Magonia el 24 de marzo de 2009.