Blå Jungfrun, la isla de la mala suerte

La isla sueca de Blå Jungfrun, en el Báltico. Foto: Leif Gustafsson.
La isla sueca de Blå Jungfrun, en el Báltico. Foto: Leif Gustafsson.

Lo he leído en la revista Fortean Times y todavía no me lo creo. Resulta que existe una isla sueca cuyas piedras dicen que dan mala suerte y, por eso, desde hace años hay gente que la visita para devolver los cantos rodados que se había llevado en su momento como recuerdo. Suena a inocentada; pero parece que no lo es. Al menos, en Fortean Times no acostumbran a hacerlas, aunque algunas de las historias que publican tengan toda la pinta de serlo. Ésta está firmada por Sven Rosén, corresponsal de la revista en el país escandinavo desde principios de los 80, y es muy divertida.

La isla de Blå Jungfrun forma parte del parque natural del mismo nombre, situado en el estrecho de Kalmar, en el mar Báltico. Ronda el kilómetro de diámetro, y sus cuevas y un laberinto son sus principales atracciones, según los responsables de la reserva. Algunos de los turistas se llevan a casa de recuerdo pedruscos, a pesar de la prohibición de sacar cualquier cosa de la isla. El problema empieza una vez en el hogar, dulce hogar. Las piedras de Blå Jungfrun son, para muchos, algo más que eso. Rosén cuenta, en su divertidísimo reportaje, cómo hay gente que achaca a las rocas todo lo malo que le ha pasado desde que las tiene: pérdidas de trabajo y de dinero, enfermedades, accidentes… Por eso, no sólo hay quien vuelve a Blå Jungfrun cargado con las piedras de sus desgracias, sino que, además, el Ayuntamiento de la cercana ciudad de Oskarshamn devuelve al islote todas las que le llegan por correo enviadas por los supersticiosos. «Si podemos reducir la cantidad de mala suerte que hay en el mundo devolviendo estas piedras, por supuesto que lo haremos», sentencia Peter Wretlund, un bienintencionado concejal que demuestra que la aptitud de la clase política no conoce fronteras.

El caso de las piedras malditas de Blå Jungfrun es una prueba de irracionalidad, como también lo es que se monte un incidente diplomático entre India y Reino Unido por el racismo de una descerebrada concursante de Gran hermano. Sin embargo, por lo que se ve en la tele, se oye en la radio y se lee en la prensa, a lo segundo se le otorga trascendencia mientras que de lo primero nos reímos. Quizá sea porque Gran hermano lo siguen millones de personas en todo el mundo en sus diferentes versiones. Pero la telebasura no lo es menos porque tenga mucho público, como la mierda no lo es menos porque miles millones de moscas la coman. Lo que hagan y digan cuatro tarados encerrados en un remedo de casa ante las cámaras de televisión no debería tener más trascendencia que la historia de las piedras de la mala suerte de Blå Jungfrun, ni tomarse más en serio. Que algo que pase en un reality show provoque un incidente diplomático revela una notable estulticia por parte de los países y los Gobiernos implicados.

Nota publicada en Magonia el 21 de enero de 2007.


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