¿Está harto de que su mascota sea una más de su especie? «Con Bonsai Kitten le espera un mundo de variaciones limitado solo por su imaginación», anunciaba el doctor Michael Wong Chang en la web bonsaikitten.com a finales de los años 90. Su propuesta para la personalización de mascotas era revolucionaria: metía un gatito en un tarro de cristal con agujeros para que entrara el aire, con un tubo conectado con la boca y otro con el ano, y, al crecer, el cuerpo del animal se deformaba para adaptarse a su encierro. «En Bonsai Kitten, no tenemos un catálogo de gatitos prefabricados. ¡Cada gatito bonsái es un original! Sólo diseñamos gatitos según sus especificaciones».
La recuperación de este «arte perdido» oriental provocó en 2000 quejas de miles de defensores de los animales y hasta el FBI investigó los hechos. Todavía hoy, de vez en cuando algún animalista pone el grito en el cielo al encontrarse con las fotos de gatitos embutidos en tarros de la web de Chang. Una salvajada… si fuera verdad. Nunca lo fue. Bonsai Kitten era una sátira ideada por estudiantes del Instituto de Tecnología de Massachusetts, la mejor escuela de ingeniería del mundo. Querían denunciar «la visión humana de la naturaleza como mercancía» y, como advierten en las películas, ningún animal sufrió para tomar las fotos de cachorros embotellados, tal como certificó en su día el FBI.
Escándalos morales
Historias como la de los gatitos bonsái sacuden a la opinión pública periódicamente. La última, que ha sembrado el miedo en millones de padres, es el juego de la ballena azul. Originario de Rusia, en ese país llevó al suicidio al menos a ochenta menores entre noviembre de 2015 y abril de 2016, según descubrió el diario Novaya Gazeta. El participante en el juego, que se difunde a través de las redes sociales, tiene que superar cincuenta pruebas, la última de las cuales es suicidarse. Dicen que se ha detectado en una veintena de países. En España, la Policía Nacional, la Guardia Civil, los Mossos dEsquadra y la Ertzaintza aseguran haber investigado posibles casos.
A día de hoy no hay, sin embargo, ni un caso probado de este reto suicida. Ni uno en todo el mundo. Ni siquiera hay pruebas de que el juego exista. De hecho, hasta que el rumor llegó a España en abril, solo se hablaba de la ballena azul en la prensa sensacionalista británica. Y ya antes Snopes.com -web de referencia en el desenmascaramiento de bulos- advertía de la falta de fiabilidad del reportaje inicial de Novaya Gazeta. Para Benjamin Radford, experto en leyendas urbanas, «estamos solo ante la última de una larga serie de pánicos y escándalos morales compartidos en las redes sociales y difundidos por los medios de comunicación sensacionalistas».
La mezcla de adolescentes y redes sociales genera escándalos moralizantes que a la vez demonizan las nuevas tecnologías. Estudiantes y profesores de la Universidad de Deusto se manifestaron el 29 de noviembre de 2012 contra la difusión por WhatsApp de fotos de desnudos de alumnas, presuntamente robadas a través de la wifi del centro. «Una venganza de novios despechados», decían. La historia tenía desde el principio los ingredientes de una buena leyenda urbana: sacaba a la luz una actitud para algunos reprobable -fotografiarse desnuda para la pareja- y castigaba públicamente a quien había incurrido en ella, con el morbo añadido de que la pecadora estudiaba en un centro católico y había quedado en evidencia por un fallo tecnológico.
Al final, las protagonistas del bulo, que dieron por cierto varias cadenas de televisión, no eran alumnas de Deusto: las imágenes procedían de páginas porno. En el centro bilbaíno nadie conocía a una víctima del escándalo con nombres y apellidos. Eso tenía que haber suscitado recelos desde el principio. Una de las características de una leyenda urbana es que el protagonista siempre es un amigo de un amigo de un primo o algo por el estilo. No le conocemos directamente ni nosotros ni quien nos lo cuenta. Cuando la víctima responde a ese patrón, hay que poner los hechos en cuarentena, se trate de la historia de la chica de la curva o del juego de la ballena azul. Y tampoco prueba nada que alguien asegure haber sido testigo directo de algo o haber visto a alguien.
Creer para ver
El 27 de enero de 1993, dos apicultores encontraban los cadáveres de tres niñas cerca del pantano valenciano de Tous. Eran Miriam García, Antonia Gómez y Desirée Hernández, desaparecidas el 13 de noviembre de 1992 en Alcàsser cuando iban a una discoteca. Las habían matado aquella misma noche. Sin embargo, durante los más de dos meses que mediaron entre su desaparición y el hallazgo de los cuerpos, decenas de personas declararon en los medios haberlas visto vivas en lugares tan distantes como Madrid, Granada y Pamplona. Y, tras encontrarse los cadáveres, pasó lo propio con uno de los asesinos, Antonio Anglès, al que la gente veía el mismo día y a la misma hora en lugares distantes y con apariencias diferentes.
La Fiscalía del Menor de Madrid abrió en febrero de 1999 una investigación a Sorpresa, ¡sorpresa!, un programa de Antena 3. La denuncia la había presentado la Asociación para los Derechos del Niño y de la Niña (Prodeni). Según ella, una menor, a la que la cadena iba a sorprender con Ricky Martin saliendo del armario de su dormitorio, había sido grabada en los momentos previos semidesnuda, untándose los genitales con mermelada y llamando a su perrito para que los lamiera. El escándalo fue mayúsculo. Todo el mundo conocía a alguien que conocía a alguien que lo había visto. Pero no había ningún vídeo; ni podía haberlo. Era un rumor lanzado en algunos medios y replicado en conversaciones de bar y oficina. La leyenda urbana original data de 1994 y el escenario era una fiesta de cumpleaños sorpresa en Canadá.
Cuando hablamos de sexo podemos encontrar historias que justifiquen cualquier cosa. El 8 de diciembre de 2010, José Ramón de la Morena, entonces director de El larguero en la Cadena Ser, contó a sus oyentes cómo «un estudio realizado por una gerontóloga alemana ha afirmado que los hombres que miran los pechos de una mujer durante diez minutos al día pueden vivir hasta cinco años más». Dos médicos colaboradores del programa confirmaron que The New England Journal of Medicine (NEJM), una de las revistas médicas más prestigiosas, había publicado el trabajo y que ellos lo habían leído. Algo imposible ya que no existe la gerontóloga a la que atribuían el hallazgo ni el artículo científico de marras. La historia se la habían inventado en mayo de 1997 en el Weekly World News, un semanario estadounidense que entre 1979 y 2007 lo mismo resucitaba a Elvis que presentaba fotos del niño murciélago o de encuentros cara a cara entre alienígenas y el inquilino de la Casa Blanca de turno. Según Snopes.com, el bulo de los pechos grandes y el alargamiento de la vida masculina empezó a circular por internet en 1999.
Muchos años después, en 2010, Cuatro informaba de que las compañías discográficas estaban preocupadas porque Steve Jobs había anunciado que el nuevo iPod no iba a admitir «música de mierda» para evitar que el usuario perdiera el tiempo «descargándose basura de radiofórmula». Alejandro Sanz, destacaba la información, estaba preocupado porque «no se había encontrado en el nuevo catalogo de Apple». La noticia la habían copiado de El Mundo Today, una web de humor que también ha alertado, por ejemplo, de que «una cola del Inem invade territorio francés» y de que «el hijo mayor de Mariano Rajoy culpa de los suspensos a la herencia recibida«.
A las webs y semanarios humorísticos, hay que sumar como fuente habitual de noticias falsas la publicidad y la propaganda. Históricamente hablando, uno de los mejores ejemplos de publicidad engañosa es Groenlandia (literalmente, tierra verde). Así llamó a la isla el vikingo Erik el Rojo cuando la descubrió en 982 tras ser expulsado de Islandia (tierra de hielo) por el asesinato de varias personas. El nombre atrajo hasta la inhóspita Groenlandia a colonos en busca de buen clima, cuando el verde se limitaba a una estrecha franja costera del sur. Más recientemente, en 2002, Ecologistas en Acción anunció el 26 de septiembre que había sido encontrado en el Ebro, cerca de la central nuclear de Garoña, un pez mutante a consecuencia de la contaminación radiactiva y que el hallazgo se iba a publicar en la revista Science. Era una mentira antinuclear.
No hay una fórmula mágica para no caer en el engaño -algo que puede sucederle a cualquiera- más allá de seguir consejos como los de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA). Así que ya saben, como recomendaba el sargento Easterhouse a sus hombres en la serie Canción triste de Hill Street, «tengan cuidado ahí fuera».
Reportaje publicado en el diario El Correo el 5 de agosto de 2017 y en Magonia el 21 de septiembre de 2017.