Fíjense si los transgénicos son malos que causan homosexualidad y calvicie. No lo digo yo. Lo ha dicho Evo Morales en la I Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra, que se celebra en Cochabamba. «El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres», ha sentenciado. Y ha añadido: «La calvicie que parece normal es una enfermedad en Europa. Casi todos son calvos y esto es por las cosas que comen, mientras que en los pueblos indígenas no hay calvos, porque no comemos otras cosas». El presidente boliviano achaca a los pollos y al ganado vacuno criado con hormonas que las niñas desarrollen el pecho prematuramente y asegura que, desde que sabe eso, sólo come animales criollos, libres de los transgénicos.
Al pronunciarse sobre los transgénicos, Morales o no sabe de lo que habla o miente descaradamente. Porque los organismos genéticamente modificados (OGM) están con nosotros desde hace milenios, desde que el hombre inventó la agricultura. Morales o ignora eso o lo oculta a sus conciudadanos, como hacen sistemáticamente las organizaciones ecologistas y agrarias occidentales, que han marcado inmediatamente ciertas distancia con el discurso del líder sudamericano.
«Esperamos que esto no oscurezca ni la lucha contra los transgénicos, fundamentada en motivos científicos, ni la denuncia de Morales del modelo de agricultura industrial», ha declarado David Sánchez, de Amigos de la Tierra. Andoni García, de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), ha dicho que el presidente boliviano representa la lucha contra los transgénicos «más allá de errores que se puedan cometer a lo largo de un discurso». Y Juan Felipe Carrasco, de Greenpeace, ha admitido que las afirmaciones de Morales sobre los transgénicos, la homosexualidad y la calvicie son «científicamente incorrectas»; es decir, falsas.
Explotando el miedo y la ignorancia
Es astuto por parte de los ecologistas y agricultores antitransgénicos desmarcarse del discurso homófobo de Morales; pero en el fondo ellos hacen lo mismo: presentan los OGM de laboratorio como un riesgo para la salud sin ofrecer ninguna prueba; se aprovechan de algo tan humano como el miedo a lo nuevo para ganarse el apoyo de una opinión pública con más prejuicios que conocimientos. Los ecologistas europeos amenazan a sus conciudadanos con terribles enfermedades si consumen unos productos que salen al mercado sólo después de rigurosos controles y el presidente boliviano a sus paisanos con que se van a volver homosexuales. Es lo mismo: uno y otros explotan el miedo y los prejuicios de la gente en busca de un apoyo sentimental a una causa, la antitransgénica, que carece de fundamento científico.
Como explicaba hace unos días el biólogo Juan Ignacio Pérez en un artículo titulado ‘El avance de la sinrazón’, el freno a los OGM en el Viejo Continente «es la lamentable consecuencia de la debilidad de los gobiernos europeos ante el movimiento ecologista y de los temores de una opinión pública no suficientemente bien informada o, lo que es peor, excesivamente frívola». Y, como acaba de recordar el biólogo Pere Puigdoménech, ya había calvos y homosexuales antes de los transgénicos.
Nota publicada en Magonia el 21 de abril de 2010.