El impacto de un falso meteorito abrió el domingo un cráter de pega a las afueras de la ciudad letona de Mazsalaca y se cobró víctimas no sólo entre los medios de comunicación de medio mundo, sino también entre algunos divulgadores científicos y astrónomos, lo que demuestra que ni siquiera el asesoramiento de expertos garantiza que no nos la vayan a meter doblada. La historia llegó acompañada de declaraciones de científicos rusos y letones, así como de fotos y un impactante vídeo. Todo ideal para que picáramos los periodistas y la conectáramos con la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años, con el suceso de Tunguska del 30 de junio de 1908 y el riesgo de que un pedrusco nos borre del mapa.
Un teletipo de la agencia Efe destacaba a las 12.15 horas de ayer que todavía no se sabía si el cráter se debía a un meteorito o a restos de un satélite artificial, aunque añadía que las declaraciones hechas a la agencia RIA-Novósti por Vladímir Svetsov, del Instituto de Dinámica de Geosferas de la Academia de Ciencia de Rusia, apuntaban a la primera posibilidad: «Lo más probable es que se trate de un meteorito de hierro con un diámetro de cerca de un metro y una masa de varias toneladas», había dicho el experto. Un despacho de Europa Press citaba minutos después a otro científico, Ilgonis Vilks, del Instituto de Astronomía de la Universidad de Letonia, quien decía que el impacto, el más grande en la historia del país, habría generado un nivel de radiación en sus inmediaciones todavía incierto.
La historia engordó y engordó hasta que a media tarde de ayer geólogos letones confirmaban que todo había sido un engaño. «En los límites del cráter se ven los rastros de las palas y se observa como se arrancaron las malas hierbas», explicaba Girts Stinkulis, geólogo de la Universidad de Letonia a la agencia Baltic News Service (BNS). Se había tratado de una broma ideada como parte de una campaña publicitaria de la operadora de telefonía letona Tele2. «La mascarada del meteorito fue una iniciativa de Tele2 y su fin era lograr que la sociedad letona creyera en sí misma y viera que, con ayuda de una noticia única e interesante, se puede atraer el interés de los medios de comunicación aquí y en el mundo», señalaba después Janis Sproguis, portavoz de la operadora.
Precipitación y error
Este caso, el del niño del globo y el de los ovnis de Terra han dejado claro en las últimas semanas la facilidad con que se propagan en la sociedad actual las falsas historias, ya sean producto de espabilados ansiosos de fama y dinero, invento de periodistas sin escrúpulos o argucia de empresas en busca de publicidad gratuita. Estos tres casos demuestran que son necesarios mayores controles en los medios antes de dar una noticia por buena; y el último, que el asesoramiento de expertos tampoco garantiza que no vayamos a estrellarnos. No se trata, por consiguiente, tanto de recurrir a sabios como de practicar ante las noticias extraordinarias la cautela propia del buen periodismo.
El astrónomo Phil Plait, de Bad Astronomy, ejemplifica en este caso -y casi siempre- ese buen hacer periodístico. La historia del meteorito le olió a chamusquina nada más ver las fotos del cráter. «Aunque no hubiera inicialmente nada que me llevara a gritar ¡falsificación!, mi sentido arácnido zumbaba», reconocía Plait horas más tarde. Le hacían dudar las fotos del cráter. Así que espero. Y, cuando después fue a publicar que la historia le parecía «extremadamente sospechosa», le llegó la confirmación de que era un montaje. Los científicos que se habían precipitado, que habían corrido a dar la noticia y a opinar, se habían columpiado. Necesitamos un periodismo pegado al suelo, a la realidad, que no se deje llevar por noticias sensacionales y extreme la cautela ante hechos como el del niño del globo, los ovnis de Galicia y el meteorito letón. No hacen falta más expertos, sino mejor periodismo, lo haga quien lo haga.
Artículo publicado en Magonia el 27 de octubre de 2009.