Pello Zabala, temporólogo mayor de Euskadi, augura hoy en la prensa que nos queda sólo un mes de otoño. «Estas témporas llegaron con las riadas que se produjeron en la costa de Bermeo. Fue una única tormenta. A pesar de aquellas lluvias, dije que la primera parte del otoño iba a ser buena, que iba a dominar el viento francés y que, de vez en cuando, soplaría del suroeste. Así ha sido. Sin embargo, a mediados de noviembre cambiará todo. Será allá por el 16 cuando empecemos a sentir el invierno. Sería lo normal. ‘Por todos los Santos, nieve en los altos’», sentencia en la entrevista que publica hoy El Diario vasco.
El franciscano acaba de publicar un libro de meteorología en el que, dicen, conjuga el saber popular con el científico. Así que lo vamos a ver durante unos días en los medios hablando de las excelencias de las témporas, el sistema de predicción del tiempo basado en la observación del cielo en unos días mágicos. Las témporas son magia, pura superstición, pero los medios de comunicación vascos les dan publicidad constantemente. Si las témporas funcionan, ¿para qué nos gastamos millones de euros en sistemas científicos de predicción del tiempo? El impulso periódico que recibe la anticiencia temporológica en los medios de comunicación choca con que proporcionen a su público información meteorológica científica por considerarla la más fiable. ¿Para qué incluyen los periódicos, radios y televisiones que dan cancha a Zabala y sus colegas información sobre el tiempo basada en la meteorología científica? Podían dejar sólo la hecha por los temporólogos, que nunca han predicho ningún fenómeno catastrófico ni lo harán, o publicarla en paralelo a la de los meteorólogos y que la gente elija libremente con qué quedarse, y apechugue con las consecuencias.
Es el de las témporas un ejemplo más de la condescendencia de los medios con los charlatanes, que tiene su ejemplo más evidente en la astrología. La mayor parte de los diarios españoles seguimos publicando el horóscopo como si tuviera algún valor informativo, cuando todos sabemos que carece de él. Y, al no incluir una leyenda de advertencia en ese sentido -«Estos pronósticos astrológicos tienen únicamente un valor lúdico. Carecen de todo fundamento científico»-, el lector puede concluir legítimamente que tiene que dar al horóscopo la misma credibilidad que al resto de informaciones, artículos, columnas y editoriales del periódico, lo que en algunos casos es desgraciadamente cierto.
Nota publicada en Magonia el 21 de octubre de 2009.