Seguro que ha visto el vídeo. Lo protagoniza un oso polar en la isla de Baffin, en el Ártico canadiense. El en otro tiempo temible depredador es un saco de huesos que a duras penas se tiene en pie. Arrastra las patas traseras y busca alimento desesperadamente. Mete la cabeza en un herrumbroso barril, saca lo que parece un trozo de asiento de una moto de nieve y se lo empieza a comer. «Mi corazón se rompe cuando veo esta foto. Lloramos cuando filmamos a este oso agonizante. Es el rostro del cambio climático», escribió la fotógrafa Cristina Mittermeier hace unos días en Instagram cuando colgó la imagen que acompaña a estas líneas.
Millones de personas han visto desde entonces el vídeo del moribundo animal, grabado por Paul Niklen, como Mittermeier, fotógrafo de National Geographic y confundador con ella de la organización conservacionista Sea Legacy. «Imágenes virales de un oso polar agonizando muestran los efectos del cambio climático», informaba el domingo un canal de televisión español. Muchos medios han ido en internet en la misma línea con titulares como «La agonía y desesperación de un oso polar desnutrido a causa del cambio climático» y «El famélico oso polar, una de las imágenes más desgarradoras que deja el cambio climático». ¿El problema? Que no hay ninguna prueba de que el calentamiento global tenga algo ver con la muerte del animal, como ha reconocido la propia Mittermeier, para quien la causa última del estado de salud del plantígrado es «irrelevante».
«Es imposible decir por qué estaba en ese estado. Podría ser por una herida o enfermedad», ha admitido en la radio pública canadiense. Para ella y su compañero, «lo importante es que estaba muriéndose de hambre y, según vayamos perdiendo hielo en el Ártico, los osos polares morirán de hambre». Que hable en futuro tiene sentido porque, por el momento, no parece estar ocurriendo algo así. Se calcula que hoy en día viven unos 28.500 osos polares, frente a los 22.500 de 2005. Es una especie amenazada, pero, si fuera cierto que el cambio climático está matando ya de hambre a estos depredadores, sus carcasas formarían parte del paisaje ártico, y no es así. Además, siempre ha habido osos hambrientos por enfermedad o vejez.
Niklen y Mittermeier grabaron en agosto las imágenes del animal y seguramente murió pocas horas después. Ahora, el vídeo del tambaleante depredador sobrecoge al mundo en una nueva demostración del éxito de las noticias falsas. Porque eso es lo que han vendido al mundo Mittermeier y Niklen con el respaldo de National Geographic, una historia que vincula gratuitamente el dramático destino de un animal con un fenómeno real, el calentamiento global. «La misión de Sea Legacy es crear comunicaciones visuales de alto impacto que impulsen a las personas a tomar medidas para proteger nuestros océanos», dice en la web de la organización. Flaco favor hacen a la lucha contra el cambio climático divulgando noticias impactantes, pero falsas.
Reportaje publicado en el diario El Correo el 13 de diciembre de 2017 y en Magonia el 14 de diciembre de 2017.