Corría el verano de 1992 cuando la 20th Century Fox le ofreció la oportunidad de crear una nueva serie de televisión. Y Chris Carter, exdirector adjunto de una revista de surf y exguionista de Disney, no se lo pensó dos veces: «Quería hacer algo tan inquietante como lo que recordaba que había sido Kolchak: the night stalker en mi adolescencia». Carl Kolchak, un periodista de Chicago interpretado por Darren McGavin, había perseguido en la pequeña pantalla a todo tipo de seres de pesadilla en la primera mitad de los años 70; dos décadas después, tomaban el testigo del intrépido reportero dos agentes del FBI, dos caras contrapuestas de un mismo yo.
Fox Mulder, más conocido entre sus compañeros como El Siniestro, comparte con su creador algo más que el apellido –el de soltera de la madre de Carter– y el hábito de comer pipas de girasol. «Como Mulder, quiero creer. Realmente deseo tener una experiencia religiosa», dice el hombre que rige los destinos de la pareja de agentes más famosa de la televisión. Quiere, pero no cree –dejó de ir a la iglesia a los 9 años–, y esa otra parte de su yo se refleja en Dana Scully. La médico forense debe su apellido a un comentarista de béisbol –deporte que apasiona a Carter casi tanto como el surf que practica cuando puede en las playas de Santa Bárbara– y su enfoque de la realidad, al guionista. «No tengo ninguna razón para creer en los fenómenos paranormales», sentencia este, al tiempo que reconoce que «es divertido escribir sobre lo mágico, lo misterioso, lo inexplicado».
Chris Carter nació en 1957 en Bellflower, un suburbio obrero de Los Ángeles, y fue en su infancia un insaciable consumidor de televisión. Aunque sus series favoritas eran las de misterio y ciencia ficción –Kolchak, Twilight zone y The outer limits, entre otras–, no vio entonces, ¡ni después!, un episodio de Star trek, quizá porque pintaba un futuro demasiado luminoso para el niño que con el tiempo se convertiría en productor de Expediente X y Millenium. «Mi visión de la vida, y es una perspectiva bastante desalentadora, es que todo va a peor», sentencia. Sin embargo, a él no le ha ido nada mal.
La llamada del cine
Tras estudiar periodismo, Carter entró con 20 años a trabajar en Surfing Magazine, donde llegó a director adjunto y a ganar unos 18.000 dólares anuales. Pero se cruzó en su camino Steven Spielberg y sintió la llamada del cine en 1982, tras ver En busca del arca perdida seis veces en seis días. Empezó a escribir guiones y en 1985 Jeffrey Katzenberg, entonces presidente de los Estudios Walt Disney, le fichó para la compañía del ratón Mickey por 40.000 dólares al año. Después de dos años en Disney y otros tres como guionista de episodios piloto y comedías de situación, la Fox le encargó una nueva serie para la temporada de 1993. Nació Expediente X, y Carter se vio obligado a vivir a caballo entre su California natal y Vancouver. ¿La razón? Que rodar en Canadá es mucho más barato que hacerlo en la meca del cine.
Las andanzas de Mulder y Scully cautivaron de inmediato a los espectadores de ambas orillas del Atlántico. No en vano, conectan con los más profundos temores y creencias de buena parte del público: el miedo a lo desconocido, el pavor a ser considerado un simple conejillo de indias y la fe en que nos visitan extraterrestres o existen poderes paranormales. Todo ello en medio de un ambiente inquietante y, en ocasiones, opresivo; aunque la acción se localice en un frondoso bosque de la Columbia Británica. Un mundo sombrío; ése es también el protagonista real de Millenium, la otra serie de Carter, en la que Frank Black, un exagente del FBI con poderes paranormales, se enfrenta a un mal en estado puro del que intenta salvaguardar a la Humanidad y a su familia, permanentemente amenazada.
«Sé qué es lo que la gente no sabe. Sé cuándo es vulnerable». Esta es para Carter la clave del éxito de Expediente X, una serie que, si bien no se basa en hechos reales, vive pegada a la actualidad del mundillo que cautiva a Mulder: ha habido más que alusiones a la fraudulenta grabación de una supuesta autopsia a un extraterrestre; a la leyenda del chupacabras, un misterioso ser originario de Puerto Rico al que se atribuyen ataques a ovejas y cabras a las que chupa la sangre; a la posible detección de rastros de vida en un meteorito marciano; y, en el primer episodio de la última temporada, a la utilización y potenciación de la creencia en los ovnis por parte del Gobierno de Estados Unidos para ocultar pruebas de aviones espías. Carter, lector compulsivo de periódicos, semanarios, revistas de divulgación científica y todo lo que sea buena ciencia ficción, se alimenta de la paranoia y la devuelve a los espectadores amplificada tras pasarla por su tamiz particular, la conspiración.
A pesar de estar afiliado al Partido Demócrata, el productor de Expediente X desconfía de los políticos aún más que sus agentes del FBI. La personalidad de Mulder está marcada por la desaparición de su hermana pequeña; la del guionista hunde sus raíces en el escándalo Watergate –«Un big bang para mi universo moral»–, personificado en la serie por Garganta Profunda o el Hombre X, dos confidentes salidos de las cloacas gubernamentales que prestan ayuda ocasional a los protagonistas. Y es que Carter está convencido de que «el Gobierno nos miente habitualmente, y hay gente trabajando contra nuestros intereses. Las ideas conspiracionistas de la serie vienen de mi creencia en que estamos siendo guiados». Quizá por eso la conspiración se ha convertido, tras cinco temporadas, en el eje argumental de Expediente X, en detrimento de la caza de monstruos. Pero, como dice Carter, «no se debe confundir la serie con la realidad. Lo que hago es ficción dramática; puro entretenimiento. Nada más. Quien crea otra cosa es que no está bien informado».
Publicado en el diario El Correo el 3 de mayo de 1998 y en Magonia el 9 de junio de 2015..