Creacionistas de izquierdas

Artículo antidarwinista del médico Antonio Sitges-Serra.
Artículo antidarwinista del médico Antonio Sitges-Serra.

«La evolución jugando a la gallinita ciega difícilmente puede sostenerse hoy como hipótesis científica», sentenciaba ayer Antonio Sitges-Serra en El Periódico, según me ha alertado Alejandro Cintas. Si usted pensaba que el creacionismo era algo reservado a los sectores más conservadores y clericales de la sociedad española, el artículo de opinión de este médico le sacará de su error, como me ha sacado a mí del mío. Porque el autor es vicepresidente de Federalistas de Izquierdas. A la derecha que legisla desde el púlpito, el centro-izquierda timorato que lo mismo alaba la ciencia que muestra un irracional temor hacia ella, la izquierda feng-shui -en acertada denominación de Mauricio-José Schwarz– que idolatra lo natural sobre todas las cosas y coquetea con la monja antivacunas, y los nacionalismos de todo pelaje que remodelan el pasado a su gusto, hay que sumar ahora los creacionistas de izquierdas.

Catedrático de cirugía en la Universidad Autónoma de Barcelona, Sitges-Serra sostiene que «la santificación de Darwin en los concilios científicos» -fíjense en lo religioso del lenguaje- se debe a raíces ideológicas que buscan «la eliminación del pensamiento científico de todo matiz que abra una puerta a la existencia de Dios; el utilitarismo, según el cual la evolución obedece a criterios únicamente adaptativos; y el rechazo de las filosofías vitalistas (de Nietzsche a Bergson, por ejemplo)». Quizá sea malpensado, pero que alguien postule que en el origen de la teoría de la evolución por selección natural está, como primera idea, sacar a Dios del pensamiento científico -donde, por cieerto, nunca ha pintado nada- me hace sospechar que la prioridad del autor es la misma que la de los postulantes del diseño inteligente: defender una evolución teledirigida por una entidad superior, llámese como se llame.

En esa línea, Sitges-Serra advierte de que, «a pesar de que la posibilidad de eclosión de la inteligencia humana según las leyes del azar equivaldría a la de que un mono tecleando en un ordenador escribiera El rey Lear, los biólogos evolucionistas se adhirieron a la hipótesis del primate novelista, buena muestra de que la filosofía espontánea del científico suele ser ingenua y de poco calado». Y añade: «Pensemos -es solo un ejemplo- en las alas de las mariposas. Hay en la naturaleza un exceso estético ajeno a la ceguera genética y al utilitarismo». No va más allá, no nos dice cómo ha acabado un primate escribiendo El rey Lear e infinidad de obras más, esculpiendo, pintando y explorando el Cosmos,  ni a qué achaca el «exceso estético» de la naturaleza. Aunque, como él mismo dejó dicho hace un par de años, «sentirse parte de un gran designio y no pieza insignificante de un inmenso engranaje casual, arrodillarse de vez en cuando ante los misterios, reconforta y a la vez nos distancia de los cultos menores, a la larga fungibles». Y es que, para él, «las grandes religiones -un paso más allá de las iglesias que las representan- son un firme asidero frente al vendaval de las utopías sanguinarias y de las seudorreligiones de los idearios políticos o científicos». Amén.

Además del antidarwinismo, que un médico de formación, como Sitges-Serra, abrace el vitalismo en el siglo XXI es algo que nunca entenderé. También me sorprende que reivindique el lamarckismo, la herencia de los caracteres adquiridos, y diga que «Darwin no se alejó excesivamente de este postulado; simplemente radicalizó la propuesta de Lamarck haciéndola extensiva al género humano y orientándola hacia un utilitarismo muy británico». Pero, a fin de cuentas, yo soy sólo un periodista.

Artículo publicado en Magonia el 11 de febrero de 2014.


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