El millonario británico James McCormick podría acabar en la cárcel. El tribunal penal de Old Bailey, en Londres, le ha encontrado culpable de fraude por la venta de falsos detectores de bombas a un precio que oscila entre 11.000 y 40.000 euros la unidad. Los inútiles dispositivos, basados en los principios del zahorismo, han sido adquiridos en los últimos años por cuerpos de policía y ejércitos de países como Irak, Arabia Saudí, Bélgica y México. Irak, por ejemplo, compró desde 2008 miles de unidades del ADE 651 para el control policial de explosivos, con el resultado que todos conocemos.
Los diferentes modelos consisten en una empuñadura y una varilla, carecen de batería u otra fuente de energía y de componentes electrónicos, se cargan al caminar el operador y, según el empresario, si hay explosivos cerca, la varilla apunta a ellos. La firma británica ATSC, fundada por McCormick, sostiene que el ADE 651 puede detectar «todas las drogas conocidas y sustancias que contengan explosivos» basándose en «la atracción electrostática de largo alcance de iones altamente cargados». Según la compañía, huele las sustancias indicadas a 650 metros de distancia en tierra y hasta a 5.000 metros si se emplea desde una aeronave.
A partir de sus componentes, cabía deducir que los dispositivos eran un timo, que se trataba de simples varillas de zahorí disfrazadas de equipos de alta tecnología. Funcionan «según los mismos principios que la ouija», ironizaba hace cuatro años en The New York Times el teniente coronel retirado Hal Bidlack, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Para Dale Murray, jefe del departamento de los Laboratorios Sandia que prueba dispositivos militares, tenían la misma efectividad a la hora de detectar bombas que cualquiera por azar. Y las más sencillas pruebas experimentales lo demostraron.
Hace tres años, The Times comprobó que el ADE 651 es incapaz de detectar material pirotécnico dentro de una bolsa de papel a unos metros de distancia y, ahora, los tribunales británicos confirman su carácter fraudulento, después de que la Fiscalía describiera los artilugios comercializados por McCormick como completamente ineficaces y carentes de cualquier base científica. El desaprensivo timador se habría embolsado decenas de millones de euros con estos falsos detectores de bombas, cuyo uso seguramente ha costado cientos de vidas sólo en Irak, donde los responsables de seguridad los preferían a los perros adiestrados únicamente porque las inspecciones eran más rápidas. Ahora, McCormick está en libertad condicional a la espera de la sentencia, que se conocerá el 2 de mayo y podría mandarle a la cárcel.
Nota publicada en Magonia el 3 de abril de 2013.