‘La vegetación de la Biblia’: creacionismo institucional a cargo de un Gobierno socialista

'La vegetación de la Biblia', un libro creacionista bendecido por Rosa Aguilar, la ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Foto: Palacio de La Moncloa.
‘La vegetación de la Biblia’, un libro creacionista bendecido por Rosa Aguilar, la ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Foto: Palacio de La Moncloa.

La vegetación de la Biblia, el libro del ingeniero de montes José Javier Nicolás publicado por el antiguo Ministerio de Medio Ambiente, es más que un volumen confesional, como denunció el diario Público hace una semana. Es una obra creacionista pagada con dinero público y editada por una Administración socialista. El origen del despropósito queda claro en la portada, donde puede leerse «Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino», denominación del departamento que dirigía Rosa Aguilar. El Gobierno de Rajoy lo rebautizó el 22 de diciembre como Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente -emisor de la factura, por un importe de 15 euros, que me ha llegado junto al libro-, así que esta demostración de creacionismo gubernamental forma parte del legado de José Luis Rodríguez Zapatero.

El estudio de José Javier Nicolás parece salido del túnel del tiempo. No sorprendería a nadie en la España franquista, pero que en la del siglo XXI está tan fuera de lugar como la carta de ajuste o el nodo. Todo huele a rancio, desde los textos de presentación hasta su objetivo: identificar las especies vegetales citadas en los libros que componen la Biblia. Teniendo en cuenta que esos textos no son ni científicos ni históricos, se me antoja tan fuera de lugar la financiación pública a un proyecto así como a uno que hablara de las especies vegetales y animales de El señor de los anillos, por ejemplo. A no ser, claro, que lo que Aguilar quisiera fuera abrir una nueva vía de divulgación botánica a través del análisis de ficciones literarias.

Juan Ruiz de la Torre, ingeniero de montes y catedrático emérito de botánica de la Universidad Politécnica de Madrid, dice en el prólogo que la obra «nos deleitará, nos enseñará, proporcionará cultura bíblica y nos hará ver la atención  que los primeros autores o transmisores verbales concedieron a la Naturaleza, contemplada como obra divina y marco preparado para la vida de la especie más compleja y perfecta del Cosmos: el hombre, con su inteligencia, libertad, afán insaciable de conocimiento y ansia de eternidad». El ser humano es, para Ruiz de la Torre, lo más de lo más, como en el mundo predarwinista, y todo lo que vemos en el mundo ha sido creado para componer el escenario de la vida humana.

«La verdad revelada por Dios»

El autor, fallecido en febrero de 2011 a los 85 años, parte de que «el conjunto de los libros canónicos de la Biblia, todos ellos inspirados por Dios, fueron redactados por más de cincuenta autores». «El Antiguo Testamento -dice- contiene la verdad revelada por Dios a los hebreos a través de Moisés y los profetas. En el Nuevo Testamento, la verdad se revela a toda la Humanidad por medio de Jesucristo». No creo que haya ni un historiador serio que sostenga hoy en día que la Biblia es un libro de inspiración divina ni que Moisés, Abraham, Noé  e Isaac, por ejemplo, existieron. Sólo los fundamentalistas religiosos otorgan verosimilitud histórica a episodios como los del Jardín del Edén, el Diluvio Universal, el Éxodo judío y el Arca de la Alianza… Y este libro deja claro, por si alguien tenía alguna duda, que también los hay en España y que cuentan con buenas conexiones en las altas esferas de la Administración

El texto de Nicolás está anclado en un mundo en el que la colección de mitos que componen la Historia Sagrada se consideraba la crónica de un tiempo pasado en el que Dios actuaba en el día a día. «La tradición identifica el manzano como el árbol del bien y del mal del Edén; pero no existe ningún dato que avale tal identificación», escribe Y añade que «muchos autores» han identificado el árbol bíblico con el albaricoquero, el naranjo amargo, el naranjo común, el cidro, el pomelo, el membrillero… Si ya está totalmente fuera de lugar que alguien se ponga a hablar del Paraíso como si hubiera existido y a elucubrar sobre de qué era un árbol que no puede ser un manzano porque -argumenta el experto- no existía por aquel entonces esta especie en Oriente Próximo -¡vale, ahora resulta que el Jardín del Edén era un lugar del mundo real!-, la cosa empeora cuando el investigador sentencia que “el manzano, o la especie botánica que figura en la Biblia y ha sido traducido como tal, constituye uno de los problemas más serios en la investigación de las Sagradas Escrituras».

En otros momentos, Nicolás dice que «parece que la madera resinosa recomendada (por Dios a Noé para construir el arca) sería la del ciprés», recuerda a la paloma que regresa al arca con una rama de olivo en el pico, como símbolo de que ha encontrado tierras emergidas, y cita a su colega Ruiz de la Torre, el prologuista: «El olivo -dice éste-, con sus perennes vitalidad, resistencia a injurias y capacidad de rebrote, es imagen del pueblo de Israel que, elegido por Adonay, el Señor, para dar a conocer al mundo la universal paternidad divina, resiste toda clase de daños e intentos de eliminación, perviviendo y regenerándose siempre a través de la historia». Amén.

En España, hay creacionistas y gestores públicos irresponsables que les sirven de altavoz. El actual titular de agricultura, Miguel Arias Cañete, se ha desmarcado de este sonrojante episodio y ha dicho que su equipo no tiene nada que ver con la publicación de La vegetación de la Biblia. De la exministra Rosa Aguilar, nada se sabe al respecto. Igual es mejor que no diga nada. No es ésta una cuestión menor. Me parece inadmisible que la Administración -y encima una que se tildaba de progresista- publique obras anticientíficas como la de José Javier Nicolás, que, disfrazada de estudio botánico, propaga el creacionismo más burdo, el de quienes creen en la literalidad de la Biblia y que el ser humano es la cumbre de la Creación más de 150 años después de la publicación de El origen de las especies.

Según Público, la impresión de 500 ejemplares del volumen nos ha costado a todos 4.877 euros. Yo ya tengo mi libro. Lo pondré en la biblioteca junto a los de Juan José Benítez, Erich von Däniken y compañía. Es el lugar que se merece.

Reseña publicada en Magonia el 20 de febrero de 2012.


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