
Para el naturalista aficionado Adrian Shine, el bajón de observaciones se debe a que «vivimos tiempos más pragmáticos, y las personas son cada vez más conscientes del tipo de ilusiones que pueden ocurrir en el agua». Él llegó al lago en 1973 a la caza del monstruo, ha participado desde entonces en casi todos los proyectos de búsqueda y, a pesar de lo esquivo de Nessie, mantiene la fe. «No creo en el monstruo del lago Ness todavía porque no hay suficientes pruebas para ello. Pero mil personas como usted y como yo creen haberlo visto», declaraba a The Toronto Sun hace dos años.
Un animal tímido

La tradición apunta a que nos encontramos ante un plesiosaurio, un reptil acuático de la época de los dinosaurios que habría quedado atrapado en Escocia. Y ahí se suman nuevos problemas a la ausencia de pruebas: no hay bicho que viva tanto -los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años-, el lago Ness estuvo congelado durante mucho tiempo hasta hace unos 12.000 años y el alimento -los peces- no es lo suficientemente abundante para mantener a un predador de entre 10 y 20 toneladas.
Los criptozoólogos como Shine tienen, no obstante, respuesta para todo: estaríamos hablando no de un ejemplar, sino de una población de Nessies que entrarían de vez en cuando del mar al lago, permanecerían un tiempo en él y luego volverían a salir. Es una explicación a la medida de los inconvenientes que no resuelve nada, abre nuevas incógnitas -¿por dónde entran y salen?, ¿por qué nunca han sido descubiertos fuera del lago?- y sitúa al monstruo del lago Ness en el reino del Ratoncito Pérez, el de la ilusión.
Publicado originalmente en el diario El Correo.