
Musicólogo y exorcista, Ernetti había vivido su primera experiencia parapsicológica en 1952. Según la literatura esotérica, estaba en la Universidad Católica de Milán intentando filtrar los armónicos de cantos gregorianos con el franciscano y médico Agostino Gemelli, cuando éste, harto de los fallos del equipo, invocó en voz alta la ayuda de su padre muerto. Inmediatamente después, los religiosos comprobaron que la grabadora con la que trabajaban había captado una voz que decía: «Yo te ayudo. Siempre estoy contigo».
La Crucifixión, en directo

La explicación del Papa llevó a Ernetti a elucubrar con que imágenes y sonidos de todas las épocas persisten flotando a nuestro alrededor, esperando a que alguien las capte, las descifre, y las vea y escuche. Es lo que, según él, hacía el cronovisor: sintonizar con un momento del pasado como quien conecta con una emisora de radio determinada. El benedictino contó en 1972 que el aparato le había permitido ver la Crucifixión, a Napoleón y Cicerón en acción, y asistir a una representación de Thyestes, una obra del poeta romano Quinto Ennio de la cual conocemos sólo unos fragmentos. La trascendencia del invento había llevado a Pío XII a declararlo secreto y ordenar su desmantelamiento por miedo a que el viaje en el tiempo echara por tierra creencias fundamentales del cristianismo.
La imagen de Jesús aportada por el religioso como prueba resultó, sin embargo, ser una foto del Cristo de Collevalenza, obra en madera del escultor español Lorenzo Coullaut Valera. Y las líneas que el clérigo transcribió de la representación del drama de Quinto Ennio no se corresponden con un texto del poeta, sino con uno de alguien con pocos conocimientos de latín, según Katherine Owen Eldred, experta de la Universidad de Princeton. Ernetti murió en 1994, y sus amigos parapsicólogos dicen que mantuvo hasta el final que el cronovisor existe.