Terrance Cottrell, un niño autista de 8 años, murió el 22 de agosto en Milwaukee (EE UU) durante una sesión de exorcismo en la que feligreses de Iglesia de la Fe Apostólica intentaban liberarle de los espíritus a los cuales achacaban la enfermedad del pequeño. Envuelto en sábanas e inmovilizados sus pies y manos por su madre y otros miembros de la secta, el niño se asfixió. «Lo ataron, lo sujetaron… hasta que murió», ha declarado Mary Luckett, abuela de Terrance, a una cadena de televisión. David Hemphill, ministro y fundador de la secta en 1997, dijo que la muerte del niño había sido voluntad de Dios. Por de pronto, su hermano, Ray Hemphill, también predicador del credo, ha sido arrestado y, a la espera de los resultados de la autopsia, Linda Haynes, capitana de la Policía de Milwaukee, ya ha dejado claro que el niño «no murió por causas naturales».
Dos hechos me vinieron a la memoria al enterarme de la noticia. El primero fue el exorcismo de Almansa (Albacete, España), en el que una niña de 11 años, Rosa, fue asesinada en septiembre de 1990 por su madre y otras dos mujeres que, convencidas de que la pequeña estaba «embarazada del Diablo», le metieron las manos por la vagina y le arrancaron las entrañas. Literalmente. El segundo fue el caso de Candace Newmaker, de 10 años y natural de Carolina del Norte (EE UU), que el 18 de abril de 2000 murió asfixiada en Colorado durante una sesión de terapia de renacimiento, ritual de la Nueva Era que consiste en envolver al sujeto en mantas o sábanas y luego empujar para que vuelva a nacer.
El desgraciado final de Terrance Cottrell parece una mezcla de estos dos comportamientos supersticiosos. El primero -la creencia en la posesión demoniaca- cuenta en España con defensores dentro la Iglesia católica, como el sacerdote José Antonio Fortea, un cura de 35 años que viste siempre de sotana, cree que el demonio anda suelto por el mundo y está convencido de que ha luchado contra él en varias ocasiones. La segunda práctica, la terapia del renacimiento, nos es ajena; de momento.
La muerte de Terrance Cottrell parece un macabro remake de la de Candace Newmaker, con el añadido del diablo. El asesinato de la niña de Carolina del Norte inspiró uno de los casos del vigesimoquinto episodio de la segunda temporada de CSI, titulado «Overload». En este episodio, emitido en España por AXN, un adolescente con problemas afectivos muere asfixiado en una manta mientras le someten a terapia de renacimiento para que vuelva al mundo como un hijo amante de su madre. En la televisión y en la vida real, la superstición mata.
Nota publicada en Magonia el 26 de agosto de 2003.