Etiqueta: Calaveras de cristal
Un análisis científico demuestra que la calavera de Mitchell-Hedges fue tallada hace sólo unos cien años

Los análisis con microscopio de última generación realizados para el reportaje de NGC confirman otros anteriores que descartaron hace años que las piezas del Museo Británico, el Museo de Quai Branly y la Institución Smithsoniana fueran precolombinas. Demuestran que estos tres cráneos presentan marcas de herramientas modernas, que los dos europeos fueron tallados en el siglo XIX y el norteamericano, después de 1950. El estudio de la Calavera del Destino revela, igualmente, que se labró con herramientas que no existían hasta finales del siglo XIX. Los autores del documental concluyen, además, que es mentira que Anna Mitchell-Hedges encontrara la pieza entre las ruinas de Lubaantun en los años 20 de siglo pasado, cuando su padrastro, el aventurero Frederick Albert Mitchell-Hedges, excavaba allí. Sostienen que todo el episodio del hallazgo de la joya de cuarzo fue una invención muy posterior de la mujer, quien acabó creyéndose su fantasía de tanto repetirla en saraos paranormales y a los periodistas.
El reportaje deja claro una vez más que es falso que, como se dijo hace unos meses en Cuarto milenio, se trate de «calaveras para las que no se tiene una explicación» (Carmen Porter); que la de Mitchell-Hedges proceda de Belice (José Luis Cardero) y fuera encontrada en una pirámide maya (Nacho Ares); que no se sepa con qué maquinaria se han tallado y pulido estas piezas (Porter); que se haya demostrado que el cráneo del Museo Británico y otros dos similares, a escala microscópica, «no tienen marcas de herramientas», «es como si la piedra hubiese cristalizado así» (Santiago Camacho)…
No se pierdan los 46 minutos de La leyenda de la calavera de cristal. Merecen la pena: ponen a los fabricantes de misterios en su sitio.
Las claves paranormales de ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’, en Punto Radio Bilbao
Las calaveras del poder

Origen atlante
Mitchell-Hedges fue quien primero llamó la atención sobre las calaveras de cristal. Dejó escrito en su autobiografía, Danger my ally (El peligro, mi aliado. 1954), que los científicos habían concluido que la de Lubaantun tenía 3.600 años y había exigido a sus creadores 150 años de trabajo, «frotando con arena un inmenso bloque de cristal de roca hasta que finalmente emergió el cráneo perfecto». En 1970, el restaurador de arte Frank Dorland aseguró, tras un análisis en los laboratorios de Hewlett-Packard, que la pieza había sido tallada en contra del eje natural del cuarzo y que no presentaba huellas de herramientas metálicas. Creía, como el explorador, que era de origen atlante y que se habían tardado 300 años en tallarla.
Mitchell-Hedges y su hija mantuvieron hasta el final -Anna falleció el año pasado cumplidos los 100- que el cráneo tenía poderes sobrenaturales. En su web se cuentan hechos sorprendentes, como lo que le sucedió a un periodista cuando entrevistaba al aventurero en su castillo. En un momento de la conversación, el reportero se excusó para ir al baño. Tardaba tanto en volver que Anna y su padre fueron en su busca. Se lo encontraron en otra habitación, con la calavera de cristal en las manos, paralizado. Cuando Mitchell-Hedges le quitó la reliquia, el hombre se derrumbó. En otra ocasión, Denis Conan Doyle, hijo del creador de Sherlock Holmes, cenaba en el castillo cuando dijo que sentía un gran poder procedente de la pieza. Anna y su padre le retaron a demostrarlo. Escondieron el cráneo en un cuarto y le animaron a encontrarla guiado por la energía que decía captar. Conan Doyle acertó a la primera dónde estaba la joya.
Los aficionados a lo paranormal han achacado a la calavera cambios de color vinculados a las posiciones de los planetas, poderes curativos, la visión de imágenes en las cuencas de sus ojos, la captación de sonidos y de olores extraños… Todo ha apuntado desde su descubrimiento a un origen misterioso de la reliquia, que no sólo tendría poderes sobrenaturales, sino que, además, no sería única, como advierte la leyenda maya. Hay varias calaveras parecidas repartidas por el mundo, entre las que destacan la del Museo Británico, la del Museo de Quai Branly de París, la de ET -llamada así por sus grandes cuencas oculares-, Max -que está en una colección privada en Texas- y la de la Institución Smithsoniana, que pesa 14 kilos.
Análisis científicos

A día de hoy no hay constancia siquiera de que la Calavera del Destino fuera descubierta en Lubaantun. Durante años, se sospechó que Mitchell-Hedges la enterró en la ciudad maya para que la encontrara su hija como regalo de cumpleaños. Sin embargo, tampoco hay ninguna certeza de que Anna estuviera alguna vez en Honduras Británica. Al contrario. Ni la joven ni la calavera aparecen en ninguna de las fotos tomadas por Lilian Mabel Alice, fotógrafa que inmortalizaba los hallazgos del aventurero, lo que ha llevado a los expertos a concluir que todo el episodio es una ficción.
Las pruebas documentales apuntan a que Mitchell-Hedges pagó por la joya 400 libras en 1944 a un tal Sydney Burney, que ya en 1936 era su propietario y que en 1943 la había intentado subastar en Sotheby’s, en Londres. El análisis de Hewlett Packard demostró que el cráneo y la mandíbula procedían del mismo trozo de cuarzo; pero nada más. Y la leyenda maya de los trece cráneos de cristal, historia en la que se basó George Lucas para la última aventura del arqueólogo más famoso, es una de tantas invenciones de la literatura paranormal, equiparable a las historias sobre máquinas voladoras que han difundido algunos autores como traducción de inscripciones antiguas que en realidad nadie ha descifrado.
La película
Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008): Ninguna otra película resume tan acertadamente la disparatada visión de quienes abogan por visitas alienígenas en el pasado. Está salpicada de referencias a la pseudoarqueología y es muy divertida.
Publicado originalmente en el diario El Correo.
En marcha el primer estudio científico la calavera de Mitchell-Hedges

Estudios realizados en los últimos años por la Institución Smithsoniana, el Museo de Quai Branly y el Museo Británico han constatado que tres calaveras de cuarzo parecidas de supuesto origen precolombino fueron en realidad talladas en Alemania en el siglo XIX. Frente a eso, hace unos meses, fantasearon en Cuarto Milenio, entre otras cosas, con que estamos ante «calaveras para las que no se tiene una explicación» (Carmen Porter); que la descubierta por Mitchell-Hedges procede de Belice (José Luis Cardero) y que fue encontrada en una pirámide maya (Nacho Ares); que no se sabe con qué maquinaria se han tallado y pulido (Porter); que se ha demostrado que el cráneo del Museo Británico y otras dos piezas similares, a escala microscópica, «no tienen marcas de herramientas», «es como si la piedra hubiese cristalizado así» (Santiago Camacho)… Acuérdense de estas sentencias cuando NGC deje claro que la Calavera del Destino es tan antigua y sobrenatural como las otras.