El Ejército Indio se cruza con el yeti

Supuestas huellas del yeti se encaminan hacia los matorrales del monte Makalu. Foto: Ejército indio.
Supuestas huellas del yeti se encaminan hacia los matorrales del monte Makalu. Foto: Ejército indio.

Llevaba ausente de las páginas de los periódicos tanto tiempo que ya lo dábamos por muerto. Como a su colega el monstruo del lago Ness, del que no hay una foto, ni siquiera borrosa, desde hace años. Pero el abominable hombre de las nieves intenta ahora volver a la vida a lo grande. Y lo hace, acorde con los tiempos, en Twitter. «Por primera vez, una expedición de montaña del Ejército indio ha encontrado huellas de la mítica bestia yeti», anunciaron los militares en la red social. Las huellas medían 81 por 38 centímetros, añadían, y se toparon con ellas el 9 de abril a unos 4.000 metros de altura, en el Makalu, la quinta montaña más alta del mundo.

Las fotos publicadas por el Ejército indio en Twitter resultan, lamentablemente, bastante decepcionantes. Semiderretidas en la nieve, las huellas no son ni la mitad de espectaculares que la descubierta por los alpinistas Michael Ward y Eric Shipton en el Everest en noviembre de 1951. Con sus dedos bien visibles -hay sospechas de que fue un fraude porque solo existe una foto y solo de una huella–, aquella desató la fiebre por la caza del yeti. Dos años después, cuando ascendían al Everest, Edmund Hillary y Tenzing Norgay encontraron un extraño rastro que atribuyeron a la criatura. Y a partir de ese momento se multiplicaron los testimonios de montañeros que descubrían en la nieve huellas y hasta pelos del supuesto animal.

Tom Slick, un rico heredero texano, montó en los años 50 varias expediciones al Himalaya y concluyó en 1959 que la mejor prueba de la existencia del yeti era una mano que guardaban los monjes del monasterio de Pangboche, en Nepal. Ante la negativa de los religiosos de cedérsela para un análisis, uno de sus hombres de confianza cambió dos huesos de la reliquia por sus equivalentes humanos. Y los presuntos restos del yeti viajaron hasta Londres escondidos en el equipaje de Gloria McLein, esposa del actor James Stewart, íntimo amigo del copatrocinador de la expedición de Slick. Perdidos durante décadas, los huesos de la mano de Pangboche fueron sometidos en 2011 a un análisis de ADN y ¡resultaron ser humanos!

Las huellas fotografiadas por el Ejército indio hace tres semanas en el Makalu podrían corresponder a un rastro semiderretido de oso. Es lo primero que pensé al verlas, y lo que creen naturalistas y el Ejército nepalí, que ha dicho que, «según los habitantes de la región y los porteadores, huellas poco comunes aparecían con frecuencia en la zona y son de osos salvajes». Ya en 1956 el antropólogo William L. Strauss, de la Universidad Johns Hopkins, aseguró en la revista Science que el abominable hombre de las nieves «sería, sobre la base de la mejor evidencia disponible, no otro que el oso pardo del Himalaya». El alpinista Reinhold Messner, que ha participado en expediciones de búsqueda del yeti y en 1986 creyó haberlo visto, también está convencido de que el abominable hombre de las nieves no es tal: «Todas las pruebas apuntan a una especie de oso pardo de hábitos nocturnos».

De hecho, hace dos años, un análisis de ADN hecho por la bióloga Charlotte Lindqvist determinó que veinticuatro presuntos restos del yeti –pelo, huesos, piel…- correspondían a oso pardo del Himalaya y oso tibetano, aunque también había alguno de cánido. «Nuestros hallazgos sugieren que los fundamentos biológicos de la leyenda del yeti se pueden encontrar en los osos locales», concluyó entonces la científica de la Universidad de Buffalo.

Información publicada en Magonia el de mayo de 2019.


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