Un estudio de los regueros de sangre de la sábana santa confirma que es una falsificación medieval

Luigi Garlaschelli, como el hombre de la sábana santa, durante uno de los experimentos. Foto: Matteo Borrini y Luigi Garlaschelli.
Luigi Garlaschelli, como el hombre de la sábana santa, durante uno de los experimentos. Foto: Matteo Borrini y Luigi Garlaschelli.

Dos científicos italianos acaban de poner otro clavo más en el ataúd de la reliquia más popular de la cristiandad. Algunos regueros de sangre de la sábana santa que han examinado son incompatibles con los de un cuerpo crucificado y, por lo tanto, la reliquia es falsa, dicen el antropólogo forense Matteo Borrini y el químico Luigi Garlaschelli en el Journal of Forensic Sciences. Fundamentan esa afirmación en los resultados de intentos de replicar varias manchas de sangre de la figura humana del también llamado sudario de Turín.

La sábana santa es una pieza de lino de 4,32 metros de longitud y 1,10 de anchura. Se ven en ella la parte frontal y dorsal del cuerpo de un hombre con las lesiones que la tradición atribuye al Jesús crucificado. Apareció a mediados del siglo XIV en Lirey (Francia) sin que su propietario, el caballero Geoffroy de Charny, aclarara cómo había llegado a sus manos. Identificada desde el principio como una tela que habría envuelto el cadáver de Cristo y en la que se habría imprimido milagrosamente su imagen, hubo dudas sobre su autenticidad desde su aparición y desde 1578 está en la catedral de Turín.

Reguero de sangre de la mano cayendo por el antebrazo de Luigi Garlaschelli. Foto: Matteo Borrini y Luigi Garlaschelli.
Reguero de sangre de la mano cayendo por el antebrazo de Luigi Garlaschelli. Foto: Matteo Borrini y Luigi Garlaschelli.

El microanalista forense Walter McCrone examinó en 1978 la sangre de la reliquia y determinó que era pintura. El estudio lo hizo en el marco de un proyecto de un colectivo científico de creyentes al que pertenecía y del que le expulsaron por su herejía. Además, aventuró en 1980 que, si algún día se sometía la tela a la prueba del carbono 14, el resultado sería que la habían hecho «el 14 de agosto de 1356, diez años más o menos». En 1989 el radiocarbono le dio la razón al fechar «el lino del sudario de Turín entre 1260 y 1390 (±10 años)», época en la que casa el estilo de la imagen.

Borrini y Garlaschelli, que consideran la sábana una obra de arte medieval, hicieron sus experimentos sobre los regueros de sangre en 2014. El segundo hizo las veces de crucificado, adoptando diferentes posturas con una cánula de la que manaba sangre real y sintética colocada en el dorso de sus manos. Para conseguir un reguero como el del antebrazo izquierdo, «debía tener los brazos levantados con un ángulo entre 80º y 100º», pero el del dorso de la mano exigía que fuera de 45º. El reguero del lanzazo del pecho correspondería aun individuo de pie y la herida de la espalda, a uno tumbado.

Tanta incongruencia no es rara en una pieza cuya imagen frontal tiene las piernas estiradas y en la dorsal se ve la planta de un pie, y que oculta los genitales con las manos, algo imposible si uno esta completamente tumbado. Su trabajo, dicen Borrini y Garlaschelli, encaja con todos los estudios científicos anteriores, que apuntan a que la reliquia fue confeccionada en el siglo XIV. Garlaschelli ya hizo en 2009 una réplica de la sábana de Turín prácticamente indistinguible del original.

Información publicada en el diario El Correo el 20 de julio de 2018 y en Magonia el 21 de julio de 2018.


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