El peritaje caligráfico es una técnica; la grafología, una arte adivinatoria, un timo

Parte de un peritaje de la caligrafía de Luis Bárcenas. Ilustración: 'El Correo'.
Parte de un peritaje de la caligrafía de Luis Bárcenas. Ilustración: ‘El Correo’.

Las anotaciones hológrafas de presuntos pagos en negro de Luis Bárcenas, extesorero del PP, a altos cargos de ese partido son de su puño y letra, según han dictaminado varios peritos calígrafos en diferentes medios. No estamos hablando de grafología. Confundir a un perito calígrafo con un grafólogo es un grave error equivalente a llamar astrólogo a un astrónomo. El peritaje caligráfico es una técnica de validez reconocida, y la grafología es una arte adivinatoria, como la astrología, la morfopsicología, la lectura de las huellas dactilares y la culomancia. Voy a intentar explicarlo.

Un perito calígrafo es un profesional capaz de determinar falsificaciones y autorías de documentos mediante el análisis de la caligrafía -cuando hablamos de  manuscritos y firmas-, de las tintas, del papel… Sus servicios suelen ser requeridos por la Policía y los tribunales para certificar la autenticidad o falsedad de documentos. En el caso que nos ocupa, el de la supuesta contabilidad B del PP, lo primero a establecer era si Bárcenas es el autor de las anotaciones contables hechas a mano que se han filtrado a la prensa. Para ello, los peritos calígrafos tenían que hacer algo muy parecido a lo que hacen los protagonistas de CSI cuando encuentran una huella dactilar en el escenario de un crimen. ¿Cómo identifican los forenses televisivos al autor de la huella? Comparando la muestra tomada en el escenario con las de referencia de los diferentes archivos policiales y de seguridad. Si coincide con alguna, ya tienen un sospechoso con nombre y apellidos. Si el sujeto no está en ninguna base de datos,  no podrán saber quién es hasta que den con él por otras circunstancias y le tomen las huellas dactilares.

En el caso de la contabilidad B del PP, los peritos calígrafos han comparado la letra de las anotaciones con la de documentos manuscritos de Bárcenas que han usado como muestras de referencia, ya que no hay dudas de su autoría. Podía haber ocurrido que las letras fueran totalmente diferentes o que estuviéramos ante una elaborada falsificación. Ninguno de los expertos cree eso. Así, Enrique Juan Madruga, presidente de la Asociación Profesional de Peritos Calígrafos y Documentólogos de España (Procade), asegura hoy en El Correo que hay un 80% de probabilidades de que los apuntes contables sean obra de Bárcenas, basándose en coincidencias recurrentes como letras idénticas, crestas, inclinación de la escritura… Y descarta una posible falsificación. «La escritura en ambas muestras es ágil, con cuerpo central pequeño, sin reenganches, ni retoques, sin entintamientos ni torsiones, producto todo ello de posibles alteraciones con ánimo fraudulento». Y lo mismo viene a decir Tomás Alonso, presidente de la Asociación Profesional de Peritos Calígrafos y Técnicos en el Análisis de la Escritura (APPTAE), en el diario El Mundo.

El timo de la grafología

La Cadena SER y Telecinco han recurrido, por su parte, a «la división de pericia caligráfica de la Sociedad Española de Grafología» y a la grafóloga Begoña Slockers, respectivamente. Aunque en este caso se han limitado a hacer peritajes caligráficos, llamar a un grafólogo para algo así es como llamar a Rappel u Octavio Aceves para hablar de la última erupción solar. Porque un grafólogo es algo muy diferente a un perito calígrafo. Un grafólogo no es un técnico, sino un adivino. «La grafología es simplemente un rama del grupo de prácticas pseudocientíficas conocido como lectura de caracteres«, explican los psicólogos Scott O. Lilienfield, Steven Jay Lynn, John Ruscio y Barry Beyerstein en su libro 50 grandes mitos de la psicología popular (2010). E incluyen esta práctica en el mismo grupo que la quiromancia, la frenología, la lectura de la uñas y otras técnicas supuestamente adivinatorias.

Los practicantes de la grafología dicen que pueden deducir la personalidad de alguien a partir de cómo escribe, de si las mayúsculas son muy grandes, las letras van separadas, las líneas se inclinan hacia uno u otro lado… La grafología se utiliza en el sector de la selección de personal -para eso se piden los currículos escritos a mano en algunas ofertas de trabajo- para evaluar la idoneidad de candidatos, a pesar de que todas las pruebas controladas han dejado claro que sus practicantes son incapaces de deducir la personalidad y el rendimiento laboral de alguien a partir de su escritura. Los grafólogos aciertan como usted o yo si les presentan un manuscrito y les dicen: «Es un texto de Adolf Hitler -o Belén Esteban, o Luis Bárcenas, o Barack Obama…-, ¿qué ve en él?». Entonces, dicen lo que diría cualquiera del famoso de turno. Cuando se enfrentan a una letra sin pistas sobre su autoría, las cosas cambian y no dan una, como otros brujos en circunstancia similares.

«Buena parte de la inmerecida reputación positivas de la grafología se basa en la confusión de los grafólogos con los examinadores de documentos cuestionados (EDC). Un EDC es un investigador científicamente preparado para hacer un peritaje, del que se sirven luego historiadores, coleccionistas o tribunales, acerca de sus orígenes y la autenticidad de un documento escrito. Los EDC  determinan la probabilidad de que un individuo determinado haya escrito el documento en cuestión; no hacen ningún juicio acerca de la personalidad», explican Lilienfield, Lynn, Ruscio y Beyerstein.

La Real Academia Española define la grafología como el «arte que pretende averiguar, por las particularidades de la letra, cualidades psicológicas de quien la escribe». No dice ciencia, sino arte y a la definición sólo le falta el adjetivo advinatoria para ser perfecta.

Nota publicada en Magonia el 1 de febrero de 2013.


Publicado

en

, ,

por