
Markus Bachmann, un hostelero austriaco, asegura que exponer el zumo de uva durante la fermentación a determinada música tiene efectos beneficiosos para el vino resultante y que ha inventado un dispositivo especial que, introducido en las barricas, logra ese objetivo, según leo en un
reportaje de Veronika Oleksyn para AP. «Los vinos son más afrutados y maduran antes», dice. Ya se ha asociado con seis viticultores austriacos en la marca
Sonor Wines, que anuncia en su web y
en Facebook que sacará pronto al mercado «vinos enriquecidos» por música clásica, electrónica y jazz, entre ellos, un
pinot blanc que ha
escuchado la Sinfonía 41 de Mozart. Y publicitan su sistema como «científicamente demostrado». Esto último, obviamente, es mentira. «La levadura, los hongos, no tienen opiniones. No les importa si suena AC/DC, Madonna o Mozart», recuerda en el mismo reportaje el físico Werner Gruber, de la Universidad de Viena y miembro del grupo escéptico los
Cazadores de la Ciencia.
Franz-Michael Mater, uno de los socios de Bachmann, cree que su vino no es el mismo. «Tengo la sensación de que sabe diferente». Todo muy objetivo. No duden de que pronto esta excentricidad llegará a nuestro país de la mano de viticultores dispuestos a cualquier cosa con tal de encarecer sus caldos. Ya hay productores españoles que han incorporado a sus prácticas la
biodinámica -una mezcla de
astrología,
homeopatía y energías mágicas- y
son jaleados por ello por algunos medios de comunicación, así que ¿por qué no le van a poner música al zumo de uva para seguir sacando dinero a los ingenuos?