El estudio proporciona una visión global del problema e identifica los usos medicinales o mágicos de 101 especies de 398 estudiadas. Los investigadores apuntan cómo, aunque algunas veces se utiliza todo el cuerpo del animal para la práctica curanderil, lo habitual es que se empleen partes, desde la piel hasta el cerebro, pasando por las vísceras y la grasa. «Las partes duras (por ejemplo, los huesos y pieles) son generalmente secados al sol, rallados y reducidos a polvo para administrarse como té o durante las comidas. La carne, el cerebro, el aceite, la grasa y la sangre pueden ingerirse o utilizarse como un ungüento». Y también se usan huesos, dientes y piel como amuletos, como pasa con los huesos de chimpancés en Sierra Leona, donde se cree que favorecen que los niños crezcan más fuertes. Las especies más versátiles desde el punto de vista medicinal son el mono araña (Ateles chamek), el capuchino de cabeza dura (Cebus apella), el cercopiteco mona (Cercopithecus mona), el mono Rhesus (Macaca mulatta) y el langur de gorra (Trachypithecus pileatus), de cada una de las cuales los autores han registrado más de seis usos diferentes. La tribu Adi de India come, por ejemplo, la carne de mono Rhesus para combatir epidemias de malaria, tifus y cólera.
No faltan -no lea el siguiente párrafo si es sensible- auténticas salvajadas que parecen sacadas de las peores pesadillas de Indiana Jones:
«En India, mucha gente cree que comer el cerebro de los monos M. assamensis y M. mulatta es un tratamiento contra el reumatismo. Se usa para ello una mesa especialmente equipada. La cabeza de un mono vivo se mete a través de un agujero hasta la parte superior de la mesa y una cadena atada a la parte inferior sostiene sus piernas. Se vierte entonces agua hirviendo sobre la cabeza y la cara del primate, causándole quemaduras extensas y despellejándolo. Un fuerte golpe con un martillo pequeño agrieta el cráneo, y el doctor derrama varios tubos de ungüento dentro del cráneo. El paciente, que está sentado a la misma mesa, mete una cuchara en el cráneo del mono y se come el cerebro, haciéndolo papilla y mezclándolo con las drogas medicinales.»
Al terrible impacto que las prácticas curanderiles y mágicas tienen en las poblaciones de primates, se suma la posible propagación de enfermedades que puedan afectar tanto a humanos como a animales. «Varias especies de monos han sido identificadas como refugio de enfermedades infecciosas transmisibles a humanos con consecuencias potencialmente graves», recuerdan los autores. Como contrapartida, destacan que en algunos casos aislados las creencias supersticiosas juegan a favor de los primates, al ser algunos -como el gorila en Camerún- considerados sagrados por determinados grupos humanos. «El islam, el hinduismo y el budismo tienen restricciones o creencias que impiden a sus seguidores comer o matar primates», explican los investigadores. Pero el árbol no puede ocultar el bosque: la matanza indiscriminada de primates en 51 países como consecuencia del pensamiento mágico y la tradición es un factor más contra el que luchar para evitar la extinción de nuestros parientes más cercanos.