
Wiseman ha hecho a mucho menor coste -el Gobierno estadounidense malgastó en su proyecto millones de dólares de los contribuyentes- y con cientos de personas un experimento de ese tipo a través de Twitter. Como es lógico, lo anunció a través de la red social, donde reclutó a más de mil voluntarios. El estudio tuvo lugar durante cuatro días en los cuales Wiseman viajó al azar a diferentes lugares. El psicólogo, famoso por sus investigaciones sobre lugares encantados, enviaba desde la ubicación elegido un enlace en el que los sujetos podían ver cinco fotos, una del lugar y cuatro de otros sitios. «La fotografía más votada se tomaría como la decisión del grupo. Si el grupo fuera psíquico, la mayoría votaría el lugar correcto». El grupo no dio una: la primera vez, Wiseman estaba junto a un edificio moderno y le vieron en un bosque; la segunda, estaba sentado en un parque de juegos infantiles y le percibieron al pie de una gran escalera; la tercera, estaba debajo de una extraña estructura y se inclinaron por un cementerio; y como colofón se quedó mirando a un buzón de correos rojo y le situaron a la orilla de un canal.
Además de las elecciones del grupo, Wiseman analizó por separado los resultados para los subgrupos de creyentes y escépticos, sin encontrar diferencias entre ambos. Los que creían tener poderes paranormales (16% del total) tampoco dieron una. La mayoría de este subgrupo le situó en cada intento en un lugar erróneo: en el bosque (35%), cerca de las escaleras (29%), bajo la estructura (26%) y al borde del canal (30%). En un alarde de trasparencia, el psicólogo ha ofrecido a quien quiera los datos en bruto para que pueda llegar a sus propias conclusiones.