El timo de la morfopsicología: la cara no es el espejo del alma

Gráfico sobre las bases de la morfopsicología. Ilustración: Sociedad Mundial de Morfopsicología,
Gráfico sobre las bases de la morfopsicología. Ilustración: Sociedad Mundial de Morfopsicología.

No gano para sustos. Si ayer El País daba crédito a la comunicación facilitada al hablar del caso de Rom Houben, hoy El Correo y los otros diarios regionales de Vocento dan pábulo a otra práctica esotérica de cuya existencia no sabía nada. El titular «La cara te delata» me ha hecho creer en un principio que el reportaje firmado por Arturo Checa se centraba en el estudio de las microexpresiones, popularizado por la serie de televisión Miénteme. Pero no es así. El reportaje está dedicado a la morfopsicología, cuyos practicantes deducen la personalidad de un sujeto por los rasgos de su rostro.

«Unos pómulos prominentes y una nariz ancha hablan de una persona con una importante carga humana», dice la primera frase del texto. Esta característica la comparten la mayoría de los negros, incluidos asesinos, violadores y demás gente de malvivir, así que la morfopsicología no ayuda mucho en este caso. En realidad, no ayuda en ningún caso más que lo hacen la astrología o la lectura de manos, porque la cara no refleja la personalidad, sino que se basa en gran parte en el bagaje genético. La única fuente del texto es Julián Gabarre, morfopsicólogo y grafólogo, de quien el autor da como dato relevante que una búsqueda sobre él ofrece «22.000 resultados en Google». No es así: sobre «Julian Gabarre» hay 450 referencias en el buscador más popular y 4.700 con el nombre escrito con tilde; los casi 21.400 resultados del reportaje se refieren a páginas donde aparecen el nombre de Julian y el apellido Gabarre juntos o separados, no sólo «Julian Gabarre». Además, ¿desde cuándo el número de citas en Google prueba algo más que la popularidad?

La morfopsicología fue inventada en 1937 por el psiquiatra francés Louis Corman (1901-1995) y está en la onda de prácticas pseudocientíficas como la craneometría, usada por los nazis para diferenciar por las medidas del cráneo a arios de quienes no lo son; la frenología, que clasifica las personalidades por la forma del cráneo y las facciones; la fisiognomía, que juzga a la gente por sus rasgos faciales y de la que la morfopsicología es una versión modernizada; y la metospocopia, que determina el carácter por las arrugas, en especial las de la frente. Divide el rostro en la parte alta o de la razón, la media o de la emoción y la baja o de los instintos. Se basa en patochadas como que una boca pequeña demuestra que alguien es ahorrador y una nariz carnosa implica capacidad de afecto. «El rostro es el resumen del cuerpo. Sus tres zonas representan las tres grandes funciones biológicas de digestión, respiración y cerebralización, que, por predominancia, nos orientan, a tres tipos de temperamentos (digestivo, respiratorio y cerebral) y tres formas de inteligencia (concreta, relacional y abstracta)», dice Gabarre en su web. Lo realmente grave es que, si nos creemos lo que cuenta en El Correo, algunas empresas están recurriendo a esta pseudociencia para la selección de personal, como si tuviera alguna validez más que la lectura de las líneas de la mano.

El reportaje se completa con la lectura, por parte del morfopsicólogo, de la cara de seis personajes populares: Belén Esteban, Carmen Chacón, Javier Bardem, Joan Laporta, Michelle Obama y Benedicto XVI. Gabarre dice las obviedades de turno. Ya de hacerlo, ¿por qué no se ha hecho un experimento de verdad? Bastaba con enseñarle fotos -inexpresivas- de asesinos, víctimas, altos directivos, obreros sin cualificar, maltratadores…, y que definiera sus personalidades. Todos los personajes tendrían que ser no populares y estar retratados en situaciones neutras -nada del delincuente con traje de convicto-. Me apuesto lo que quieran a que el morfopsicólogo no habría acertado más que por azar, que es lo que pasa con los astrólogos cuando te preguntan por el signo del Zodiaco y les replicas que lo adivinen a partir de tu personalidad. Claro que Gabarre sostiene, astutamente, que «el 90% de los seres humanos tenemos tendencia para delinquir; que lo hagamos o no depende del entorno en que nos movamos». Así que, si acierta a identificar a un delincuente, acierta; y, si falla, siempre puede decir que no lo es por el entorno o que no lo ha sido todavía, pero que sus rasgos faciales demuestran su tendencia a delinquir. Sale cara, gano yo; sale cruz, pierdes tú.

Nota publicada en Magonia el 30 de noviembre de 2009.


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