
Efthimiou y Gandhi toman como punto de partida la aparición del primer vampiro hacia 1600 con una población humana de más de 536 millones de individuos, y concluyen que, treinta meses después, no quedaría ni un hombre sobre la Tierra. ¿Exagerado? Comprueben cómo no. Situemos la aparición del primer vampiro el 1 de enero de 2010, cuando la ONU calcula que habrá 6.908.688 millones de humanos, que serán 7.302.186 en 2015. El 1 de febrero, habría dos chupasangres; el 1 de marzo, cuatro; el 1 de abril, ocho; el 1 de mayo, dieciséis… y el 1 de diciembre, 2.048 vampiros. Parece una cantidad no preocupante, pero, como se duplica cada mes, el 1 de abril de 2011, su población ascendería a 32.768 y, el 1 de agosto de ese año, a 524.288. Dos años después de la aparición del primer vampiro, habría 16.777.216 chupasangres sueltos por ahí y, seis meses más tarde, su población ascendería a 536.870.912, duplicándose al mes siguiente. El 1 de septiembre de 2012, caminarían sobre la Tierra 4.294.967.296 vampiros y, al mes siguiente, tendrían que ser 8.589.934.592; pero no alcanzarían esa cifra porque ya no quedarían humanos que morder porque, al mismo tiempo que la población de vampiros ha crecido geométricamente, la humana ha disminuido geométricamente.
¿Conclusión? La existencia de los vampiros es imposible matemáticamente. Y lo mismo puede decirse de la zombificación humana por mordedura de putrefacto muerto viviente popularizada por George A. Romero en La noche de los muertos vivientes (1968) y las otras películas de su serie zombi.