La vergüenza de las témporas y el peligro de la carne

Panorámix, el druida de la aldea gala de Astérix y Obélix. Imagen: Albert Uderzo.
Panorámix, el druida de la aldea gala de Astérix y Obélix. Imagen: Albert Uderzo.

«Todo el mundo asistiría atónito a un informativo económico en el que recomendaran a los Piscis invertir en constructoras y a los Géminis vender eléctricas. Ningún locutor hablando sobre política diría que los resultados electorales del partido X han ido bien porque ha habido una conjunción astral. Un analista internacional no afirmaría que la invasión de Líbano o la de Irak ha sido inducida por extraterrestres. Sin embargo, en la información meteorológica es habitual contemplar imágenes del Meteosat de segunda generación junto a predicciones basadas en las témporas. Las predicciones temporológicas y las basadas en métodos internacionalmente aceptados comparten espacio y aspecto externo en muchos de los medios de comunicación de Euskadi. Pero no están al mismo nivel. La meteorología es una ciencia; las témporas son una superstición, aunque tengan arraigo y demanda populares», recuerdan los físicos Jon Sáenz, Agustín Sánchez Lavega, Gabriel Ibarra, Agustín Ezcurra, José Félix Rojas, Ricardo Hueso y Santiago Pérez Hoyos, hoy en El Correo y El Diario Vasco.

La reflexión de estos profesores e investigadores de la Universidad del País Vasco, titulada «Sobre témporas y predicciones», viene a cuento de una reciente entrevista al franciscano Pello Zabala, publicada en ambos periódicos, en la que el clérigo decía todo tipo de tonterías impunemente. A saber: «El de Noé ha quedado como prototipo de todos los diluvios, pero ha habido muchos otros antes de Noé»; «las témporas de la Iglesia son del siglo IV, pero posiblemente vienen de antiguas celebraciones de gente del campo»; «las témporas no te predicen en concreto lo que va a hacer ni hoy ni mañana, pero te dan la tendencia de lo que puede pasar en 15 ó 30 días»; «cuando el invierno ha sido lluvioso, abril suele ser generalmente de poca agua»… Tan grave como esa propaganda gratuita a las irracionales ideas del clérigo del monasterio de Arantzatzu es el apoyo institucional que ha recibido, ya que la entrevista venía motivada porque el Centro Meteorológico del País Vasco había invitado miércoles a nuestro temporólogo de guardia a dar una conferencia sobre ‘La observación meteorológica desde el Antiguo Testamento’ para conmemorar el día mundial de la especialidad. Sería como si el Ministerio de Ciencia y Tecnología confiara la promoción de la cultura científica a Iker Jiménez (ya sé que es un riesgo dar ideas de este tipo).

Lo dije hace casi dos años y lo repito: «En un alarde de coherencia, los medios que jalean a estos augures deberían dejar de ofrecer al público la predicción meteorológica de la mano de científicos y contratar en plantilla o como colaboradores a pastores y frailes oteadores del cielo. Lo mismo tendrían hacer los aeropuertos, los servicios de vigilancia marítima, los de protección civil… Además, si hiciéramos caso a estos brujos de las nubes y el viento, nos ahorraríamos una pasta en satélites, globos, cohetes y dispositivos terrestres de vigilancia meteorológica y eso nunca viene mal». Hay quien cree que un tipo que sale a la puerta del caserío y mira al cielo tiene alguna posibilidad de hacer una predicción acertada a medio o largo plazo simplemente porque en los medios hablamos de vez en cuando de las témporas como si fueran algo serio, cuando no lo son. Lo que hay que tomarse en serio, y mucho, es la difusión de éstas y otras paparruchas por lo que implica de dar cancha al pensamiento mágico, el mismo en el que se basan las bobadas de ese otro Panoramix llamado Txumari Alfaro, que tanta publicidad gratuita ha recibido últimamente en prensa, radio y televisión por la publicación de su libro Un cuerpo para toda una vida.

‘Naturtonterías’

«La mala alimentación nos hace ser más déspotas, agresivos, más tiranos, ser más racistas… Si una persona toma tres whiskys, su percepción cambia. En esa misma medida, el que come mucha carne, dulces, envasados, enlatados… está tomando alimentos que no tienen vida. Es una persona que tiene menos resistencia a la enfermedad y eso hace que su mente se altere», argumentaba en una reciente entrevista este defensor de beberse la orina porque es algo que hacen muchos chinos. Vamos a ver, lo de la percepción y el alcohol está claro, aunque eso no signifique que su uso moderado nos haga más de todo de lo que pontifica el bonachón de Alfaro. Respecto a que consumimos «alimentos que no tienen vida», ¿qué quiere que hagamos, que comamos el pescado vivito y coleando, la carne entre mugidos de la vaca y arranquemos los vegetales de la tierra a mordiscos?

Pues parece que sí: «No tiene miopía, diabetes o hipertensión porque come y bebe cuando lo necesita y toma el alimento en su estado puro», declaraba hace poco respecto al animal salvaje, como si no existiera el antílope ese de los documentales de La 2 que hasta el más intelectualmente holgazán sabe que caza la leona porque está pachucho. Y qué decir de su colega Ana Moreno, quien mantiene sobre el consumo de carne: «La proteína es muy difícil de digerir y al no ir acompañada de fibra se queda en el intestino grueso y produce estreñimiento. El tener un alimento putrefacto en este órgano es uno de los principales motivos del cáncer de colon. Además el resto de males de nuestros días, como el colesterol, está directamente relacionado con la carne». Ya nos enseñó la Iglesia, siempre tan preocupada por el bienestar hasta de los que no queremos ir al Cielo, que todos los males se deben al mundo, el demonio y la carne. Y los naturópatas, que también nos quieren salvar a nuestro pesar, amplían la demonización del sexo a la del chuletón.

Estas disparatadas afirmaciones sobre nuestra alimentación, y otras muchas del mismo estilo, se publicitan con más o menos asiduidad en los medios sin que se repliquen desde la ciencia. Y ese silencio es peligroso, es una cesión a la mentira, a la anticiencia y a la ignorancia, que, ante el mutis científico, cobran verosimilitud para unos ciudadanos cuya principal fuente de (des)información somos los medios de comunicación. Los científicos, a la mayoría de los cuales pagamos con nuestros impuestos, deben mojarse en la educación de la ciudadanía y llamar a las cosas por su nombre. Por eso, desde las facultades de Farmacia y Medicina ha de responderse a las patrañas naturópatas con la misma claridad que los físicos antes citados en el caso de las témporas. Y, respecto a la actitud del Centro Meteorológico del País Vasco, ¿se imaginan a la Sociedad Española de Nutrición invitando al boticario de la abuela a dar una charla científica? Pues es el equivalente a lo que ha hecho la delegación en Euskadi de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Nota publicada en Magonia el 4 de abril de 2008.