El Éxodo, James Cameron y el mercado fundamentalista

'Judíos cruzando el mar Rojo (Éxodo 14 14, 21-28)', óleo sobre madera de Hans Jordaens III. Imagen: Museo Nacional de Varsovia.
‘Judíos cruzando el mar Rojo (Éxodo 14, 21-28)’, óleo sobre madera de Hans Jordaens III. Imagen: Museo Nacional de Varsovia.

El Éxodo descifrado, el documental producido por James Cameron que emitió ayer Cuatro como entrega especial de Cuarto milenio, es uno de esos productos dirigidos hacia el sector religioso más integrista. Su autor y director, Simcha Jacobovici, deja claro desde el principio cuál es el objetivo de su trabajo: probar a toda costa que un numeroso grupo de israelitas huyó de la esclavitud en Egipto liderado por Moisés hace 3.500 años y que, por consiguiente, el Éxodo fue un hecho histórico.

Al final, Cameron, que aparece varias veces en pantalla, sentencia: «Creo que se han aportado datos convincentes que avalan que el Éxodo es un hecho histórico. Se nos han mostrado, por vez primera, antiguos jeroglíficos y epigramas que representan la separación de las aguas. Se han explicado las plagas bíblicas y las pruebas arqueológicas y geológicas de que realmente tuvieron lugar. Hasta hemos ascendido al auténtico monte Sinaí. Y, por último, Jacobovici ha realizado el que seguramente sea el descubrimiento del milenio: una imagen de oro del Arca de la Alianza». Y Jacobovici apostilla: «Creo que debemos concluir nuestro viaje como lo emprendimos, con una pregunta: ¿todo esto ocurrió a resultas de unos tremendos cataclismos geológicos desencadenados exclusivamente por la Naturaleza o los terremotos, los volcanes, los tsunamis… se debieron a la intervención divina, cuando Dios decidió liberar a una nación de la esclavitud y forjar una nueva alianza con la Humanidad?».

El documental de Jacobovici es tan espectacular como engañoso. Repleto de efectos especiales vistosos y caros -la producción costó 3,5 millones de dólares-, es como esas películas tras cuyas explosiones y escenas más asombrosas no hay nada, que resultan previsibles desde el arranque. Porque lo que hace el cineasta canadiense es apoyarse en pruebas circunstanciales para reinterpretarlas a su modo, tergiversarlas y retorcerlas hasta que parecen apoyar su tesis: que la narración bíblica de la huida de Egipto ocurrió en realidad, algo que ningún arqueólogo sostiene hoy en día. Así, manipula a su gusto el texto de la estela de Ahmosis, descubierta a mediados del siglo pasado en Karnak; convierte a los hicsos en los israelitas para situar al pueblo elegido en el país del Nilo; achaca las diez plagas a la erupción de la isla de Thera; resitúa el monte Sinaí; transforma una estela micénica con sus típicas espirales en una representación de la muerte de las tropas del faraón bajo las aguas levantadas por Dios para proteger a pueblo; y ve el altar sagrado, la rampa del tabernáculo y el Arca de la Alianza en una pequeña joya del llamado tesoro de Agamenón. Tanto despropósito está rodeado de declaraciones -convenientemente editadas- de arqueólogos que, en ningún caso, respaldan abiertamente la tesis del director del producto, aunque dé la impresión contraria.

«El Exodo descifrado se parece a El código da Vinci«, ha escrito en un artículo Bryant G. wood, un conocido arqueólogo creacionista, respecto al rigor de este documental. Jacobovici, cuyo trabajo ha recibido muchas críticas desde su estreno, hace descansar la esencia del relato bíblico -desde las plagas hasta la apertura del mar Rojo- en los efectos de la erupción de Thera, lo que resulta forzado por la sucesión de podrías que plaga la narración, de improbabilidades que obliga a coincidir. Lo presentado ayer en Cuatro, por mucho que esté avalado por James Cameron, tiene tanto fundamento como lo que defiende en la serie Planeta encantadoJuan José Benítez, para quien el Arca de la Alianza fue un arma «mortífera» al servicio de los israelitas y que cifra las víctimas del «objeto santo» en más de un millón de muertos. Mueve a la risa las veces que el narrador dice que ha descubierto una prueba clave en una pieza que han estudiado los arqueólogos durante décadas sin haber caído en la cuenta de lo que él ve a las primeras de cambio.

Ningún texto egipcio, de los muchos que hay, menciona nada de la esclavitud de los isrealitas ni de su huida bajo el liderazgo de Moisés. Escapar del ejército del faraón hubiera sido imposible para un grupo de desheredados que, de conseguirlo, se habría enfrentado después a las guarniciones egipcias del Sinaí y Canaán. Por si eso fuera poco, los israelitas no dejaron rastro de su larga estancia en el desierto. La acción del Éxodo se suele situar en tiempos de Ramsés II (1304-1237 aC) -Jacobovici lo adelanta unos dos siglos para hacerlo coincidir con la cronología más reciente atribuida a la castástrofe de Thera-. Sin embargo, «los detalles más evocadores y geográficamente más coherentes del relato del éxodo proceden del siglo VII aC», destacan los arqueólogos Israel Finkelstein y Neil A. Silberman, en su magnífico libro de La Biblia desenterrada (2001). El Éxodo, sencillamente, nunca ocurrió, fue un invento muy posterior al tiempo en el que se sitúa. El documental de Jacobovici es el típico subproducto envuelto de manera vistosa para consumo de integristas, porque la Biblia no es un libro de Historia.

Reseña publicada en Magonia el 26 de diciembre de 2006.


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