
El texto, titulado Libertad de expresión y respeto de las creencias religiosas, se alinea con las tesis de quienes mantuvimos desde el principio que el derecho a la libertad de expresión es irrenunciable y que incluye el derecho a equivocarse y ofender. «En una sociedad democrática, las comunidades religiosas pueden defenderse contra la crítica y el ridículo según la legislación y las normas de los derechos humanos», dice. No hay lugar, por tanto, ni siquiera para la censura que tan deseosas están de imponer algunas confesiones en Occidente.
El Consejo de Europa, integrado por 46 países y 800 millones de europeos, se pronuncia, además, contra la creación de legislaciones antiblasfemia como las que todavía existen en muchos países. «Las leyes contra la blasfemia y la crítica de las prácticas y dogmas religiosos han tenido a menudo un impacto negativo sobre el progreso social y científico. Esta situación empezó a cambiar con la Ilustración», recuerdan los autores, en lo que es una reivindicación de los valores de la civilización occidental frente al fanatismo religioso. La resolución recuerda que la libertad religiosa es un derecho fundamental -que por cierto se respeta en las sociedades laicas y no en las teocráticas-, y que el fomento del odio hacia cualquier grupo religioso es intolerable y debe ser perseguido por los Estados.
Frente a los políticos que, tras el escándalo de las caricaturas, actuaron como unos cobardes y estaban dispuestos a traficar con un derecho fundamental para calmar a los islamistas incendiarios, ha vencido la Europa ilustrada, la que se encuentra en la raíz de nuestra civilización: no hay nada, creencias incluidas, que esté libre de crítica ni de mofa. Europa ha apostado por la libertad y contra la teocracia. Hoy hay motivos en el Viejo Continente para un brindis.