
El escritor no olvida otros episodios vinculados a la recuperación de falsos recuerdos que sólo se diferencian del fenómeno de los abusos sexuales infantiles en las creencias previas el protagonista y en lo que va buscando el terapéuta. Variaciones del mismo tema son los casos de abducciones, los de rituales satánicos en los que se sacrifican bebés y los de narraciones de vidas pasadas. En todos estos casos, lo único que tenemos son testimonios y lo que nos faltan son pruebas: miles de secuestrados por los extraterrestres no han sido capaces de sustraer de la nave de turno ni un simple clip, nadie ha encontrado rastro de los cientos de niños sacrificados al Maligno y ningún reencarnado ha proporcionado información nueva de la época en la que presuntamente vivió antes. La conclusión es obvia: estamos ante fenómenos que no suceden en el mundo real, sino en la mente de sus protagonistas, víctimas de los manejos de terapéutas sin escrúpulos que muchas veces han hecho de lo extraordinario su modo de vida.
El regreso de Gardner a la actividad escéptica, aunque sea temporalmente, es de agradecer. No esperaba que lo hiciera después de lo que me comentó en Bruselas hace unos meses Barry Karr, director ejecutivo del Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP). Karr me dijo que los achaques propios de su avanzada edad habían obligado al veterano ensayista a retirarse a una residencia y jubilarse definitivamente. Sin embargo, Gardner, que entre 1983 y 2002 mantuvo una columna dedicada al mundo del misterio en The Skeptical Inquirer, la revista del CSICOP, ha vuelto y con la misma agudeza demostrada entre 1956 y 1981 como columnista de juegos matemáticos de Scientific American y en sus más de cien libros, muchos de ellos dedicados al desenmascaramiento de charlatanes.