
Fotografías aéreas tomadas en junio demuestran que los turistas y los automovilistas han dejado huella en estas marcas hechas en la pampa entre 200 antes de Cristo y 600, que fueron declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1994 y que han sido explotadas hasta la extenuación por los fabricantes de misterios, que llegaron a venderlas como pista de aterrizaje de los platillos volantes. Las figuras más afectadas son «la del mono, la del colibrí y la del trapecio», ha indicado el comandante Jorge Suárez, del SAN. A principios de los años 70 del siglo pasado, se vio que la carretera panamericana había cortado la cola del lagarto; ahora, las huellas de neumáticos ya han destrozado la cola del mono y la figura del pez. «Es triste comprobar que, al hacer una comparación entre las fotos tomadas en 1973 y las que se tomaron el mes pasado se observen daños tan graves», ha lamentado Suárez. Jesús Cabel Moscoso, director del Instituto Nacional de Cultura (INC) en Ica, ha declarado a la agencia AP que la protección de los geoglifos exige la participación de la Policía, las autoridades y entidades civiles. ¿Tomarán el Gobierno peruano y la Unesco cartas en el asunto para proteger un tesoro de todos?