El ADN resuelve el enigma de los rapanuis

Moáis en la ladera del volcán Rano Raraku, en la isla de Pascua. Foto: Arian Zwegers.
Moáis en la ladera del volcán Rano Raraku, en la isla de Pascua. Foto: Arian Zwegers.

A 3.700 kilómetros al oeste de Chile y a 1.900 al este del archipiélago de las Pitcairn, la isla de Pascua es uno de los lugares más aislados del mundo. Un triángulo volcánico de solo 163 kilómetros cuadrados -Barcelona tiene una superficie de 102- en el que se levantan 887 grandes estatuas –los moáis– que son desde hace décadas objeto de especulaciones disparatadas por parte de quienes ven extraterrestres por todos lados. Pero en esa pequeña isla del Pacífico sur ha habido auténticos enigmas. Uno es si los pascuenses o rapanuis -Rapa Nui era como llamaban a la isla- tuvieron algún tipo de contacto con los nativos sudamericanos antes de la llegada de los europeos. Un estudio genético cuyos resultados se publican en la revista Current Biology contradice lo que se creía y descarta el intercambio genético entre ambas poblaciones antes de 1722. Si hubo contactos anteriores entre Sudamérica y Pascua, no dejaron rastro en el ADN de los rapanuis.

Los primeros pobladores de Pascua llegaron desde Polinesia hacia 1200. Hasta ahora, algunos investigadores pensaban que sudamericanos y pascuenses podían haber contactado y haberse mezclado antes del desembarco en la isla del holandés Jacob Roggeween, a pesar de la barrera natural que supondría el Pacífico. En 1947, el explorador noruego Thor Heyerdahl demostró con la Kon-Tiki, una balsa de madera construida al modo de los indígenas sudamericanos, que algo así era posible. La Kon-Tiki cubrió en 101 días con seis tripulantes los 7.000 kilómetros que separan Callao (Perú) del atolón Raroia, en el archipiélago de las Tuamotu. Los nativos precolombinos podían haber hecho lo mismo, y así se explicarían algunas similitudes entre las arquitecturas y esculturas pascuense y peruana. Una consecuencia evidente era el posible intercambio genético entre ambas poblaciones.

Lars Fehren-Schmitz, de la Universidad de California, se propuso averiguar si en los rapanuis primitivos había genes sudamericanos. Para hacerlo, él y sus colaboradores analizaron los restos de cinco pascuenses que vivieron antes de 1722 (3) y después (2), y que forman parte de la colección del Museo Kon-Tiki de Oslo. «No hemos encontrado rastro de flujo genético entre los habitantes de la isla de Pascua y Sudamérica. Nos ha sorprendido mucho no encontrar nada. Hay muchas pistas que apuntaban que parecía plausible, por lo que estábamos convencidos de que encontraríamos pruebas directas de un contacto preeuropeo con Sudamérica, pero no existen», admite el científico, que no descarta que pudiera haber algún intercambio cultural que no dejara huella en el ADN.

«Nuestros datos sugieren que la aportación genética de los nativos americanos en los pascuenses contemporáneos no existía en la isla antes del contacto con los europeos y se debería a hechos históricos más recientes». ¿Cuáles? ¿De qué parte de América proceden los genes de ese continente de los habitantes actuales de Pascua? Esas preguntas no tienen respuesta, de momento. Pero la esclavitud, las deportaciones en masa, el contacto con los balleneros u otros hechos ocurridos después de 1722 estarían en el origen de la americanidad de los rapanuis contemporáneos.

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Una sociedad colapsada por un desastre ecológico

Cuando el almirante holandés Jacob Roggeween descubrió la isla el 5 de abril de 1722, día de la Pascua de Resurrección, se encontró con que estaba arrasada desde el punto de vista medioambiental y habitada por entre 1.500 y 3.000 hambrientos que no tenían ni madera para calentarse. Eran los supervivientes de la sociedad de los constructores de moáis. Todo había pasado muy rápido. Los primeros humanos llegaron a Pascua desde la Polinesia hacia 1200 e inmediatamente se pusieron a tallar las enormes esculturas de piedra volcánica que salpican la isla, de un tamaño medio de 4,5 metros, aunque algunas superan los 10. Los rapanuis, que pudieron ser hasta 17.500 hacia 1500, acabaron rápidamente con todos los árboles y palmeras -para calentarse, transportar las estatuas y fabricar barcas- sobreexplotaron los suelos agrícolas, causaron la extinción de numerosas aves… y su sociedad colapsó a consecuencia del desastre ecológico.

Información publicada en el diario El Correo y en Magonia el 18 de octubre de 2017.


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