Radio Marte

Ilustración: Iker Ayestarán.
Ilustración: Iker Ayestarán.

David Todd fue «uno de los astrónomos más destacados de su tiempo», según la necrológica publicada por The New York Times el 2 de junio de 1939, al día siguiente de su muerte de infarto a los 84 años. «Uno de sus sueños astronómicos, nunca hecho realidad, fue establecer comunicación con Marte, e hizo varios experimentos en esa línea», apuntaba el obituario, sin dar más detalles. Y eso que al menos uno de esos intentos de conectar con el planeta rojo los merecía.

Mucha gente daba por sentado a principios del siglo pasado que en Marte existía una avanzada civilización, la de los constructores de los canales vistos por Percival Lowell que transportaban agua desde los polos hasta las sedientas regiones ecuatoriales. Por eso, en 1900, el premio Guzman para quien primero entablase comunicación con extraterrestres, convocado por la Academia Francesa de Ciencias y dotado con 100.000 francos, excluía expresamente a los marcianos porque contactar con ellos era demasiado fácil. Y, un año más tarde, el físico serbio Nikola Tesla anunciaba que había captado señales de radio de Venus o Marte.

En agosto de 1924, diez meses después de las primeras emisiones radiofónicas trasatlánticas, el planeta rojo iba a estar más cerca que nunca desde 1804, lo que animó a David Todd a tratar de oír a nuestros vecinos. El científico, que había dirigido el departamento de Astronomía de la Universidad de Amherst, pidió a Washington que el Ejército y la Marina guardaran silencio radiofónico durante algunos momentos del 23 y el 24 de agosto para evitar interferencias. El Departamento de Guerra estadounidense no suspendió sus emisiones de radio, pero sí colaboró en la escucha, cumpliendo lo prometido a la prensa días antes del experimento por el general Charles M. Saltzman, al mando del Cuerpo de Señales del Ejército.

Soldados a la escucha

Los operadores de radio militares estuvieron aquellos días atentos a cualquier señal marciana. Para entender el mensaje, no iba a haber problemas: el criptoanalista William F. Friedman, director de Investigación y Desarrollo de la organización que se convertiría en 1952 en la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), aseguraba que era capaz de descifrar cualquier mensaje alienígena. Técnicos de las estaciones de Londres, Newark y Vancouver creyeron detectar mensajes de otros mundos, aunque al final ninguno superó la prueba del algodón. Todd, por su parte, había sintonizado sus receptores en una frecuencia tan baja que, de existir, la señal nunca habría podido atravesar la atmósfera terrestre.

Nadie escuchó a los marcianos durante aquellos dos días del verano de 1924. Quizá fue porque estaban planeando en silencio la invasión que retransmitieron Orson Welles y su equipo, y aterrorizó a decenas de miles de radioyentes en Estados Unidos, en la noche de Halloween de 1938.

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 8 de agosto de 2009.


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