Operando sin bisturí

Ilustración: Iker Ayestarán.
Ilustración: Iker Ayestarán.

Filipinas es el Houston de una rama de la cirugía casi sin practicantes en el mundo desarrollado. Enfermos de Estados Unidos, Europa y Oceanía viajan al archipiélago asiático desde hace décadas con la esperanza de recuperar la salud gracias a intervenciones en las cuales no se emplean ni bisturí ni anestesia. Los cirujanos psíquicos, como se conoce a quienes las practican, tienen la habilidad de meter las manos en el cuerpo del paciente y extraerle un tumor o corregir una malformación sin más auxilio que el de algodón para empapar la sangre. Tras la operación, no quedará siquiera una minúscula cicatriz, aunque torrentes de sangre hayan manado del cuerpo del enfermo.

«La cuna donde nació y donde se sigue alimentando la cirugía psíquica es una iglesia sincrética, la Unión Espiritista Cristiana de Filipinas, fundada en 1905 por Juan Alvear en la región de Panganisán, siguiendo la doctrina espiritista de Allan Kardec», explica el antropólogo español Ignacio Cabria. Eleuterio Terte, miembro de la confesión, empezó a realizar operaciones sin bisturí por mandato divino en los años 40 del siglo pasado. Con el tiempo, otros siguieron sus pasos. «Fue Tony Agpaoa quien popularizó la técnica de las operaciones tal como hoy se practican, con abundante despliegue de sangre y extracción de objetos, y el cierre de la herida con un simple masaje», indica Cabria.

Milagros ante las cámaras

Más de 1,3 millones de españoles presenciaron un espectáculo de ese tipo el 12 de julio de 1993 en Telecinco. Sucedió en Otra Dimensión, programa que presentaba y dirigía Félix Gracia, fundador de la revista esotérica Más Allá. El invitado estrella de la noche era Stephen Turoff, un carpintero inglés que decía caer poseído por el espíritu de un médico alemán fallecido en 1912 y practicar en trance operaciones quirúrgicas sin bisturí, anestesia, cicatriz ni dolor. Después de explicar a Gracia sus habilidades, Turoff las demostró en el plató. Se transmutó en el doctor Kahn como Clark Kent en Superman, quitándose las gafas. Con el ceño fruncido, una visible cojera y hablando inglés con acento alemán, se puso a operar pacientes: una mujer con un glaucoma en un ojo recuperó gran parte de la visión, según la cadena, y otro hombre que había entrado al estudio con muletas salió sin ellas.

El cirujano psíquico trató durante el programa a 24 enfermos, incluida una niña con parálisis cerebral a cuyos padres consoló con que Dios les había bendecido con el mal de la pequeña y pidiéndoles que no miraran su cuerpo, sino su espíritu. «Esta noche la visitará un ángel», dijo a la angustiada pareja tras bendecir a la niña. Los críticos de televisión lo tuvieron claro desde el principio, el doctor Kahn había hollado la cima de la telebasura, una cota que en aquel momento parecía insuperable y que años después sobrevuelan con holgura otros programas.

Telecinco explotó el filón y volvió a emitir el programa el sábado siguiente. Ante las críticas generalizadas, Gracia y su equipo alegaron en los medios que el Centro de Oftalmología Barraquer había certificado el aumento de la agudeza visual de la paciente con glaucoma después de la intervención del doctor Kahn: era del 80% en el ojo izquierdo y del 95% en el derecho, frente a los anteriores 10% y 30%, respectivamente. Los responsables de Otra Dimensión se olvidaron de contar que la enferma se había sometido a dos intervenciones quirúrgicas convencionales desde 1986, que su agudeza visual no había dejado de mejorar desde entonces, que los informes médicos presentados como inmediatamente anteriores al show televisivo correspondían a un reconocimiento oftalmológico de 1988 y que, en octubre de 1992, su agudeza visual era ya del 60%.

Sangre y vísceras de pollo

Nada diferencia a Stephen Turoff, quien en 1993 tenía consultorio en Fuengirola (Málaga), de los cirujanos psíquicos filipinos. Todos actúan del mismo modo, se presenten como intermediarios divinos o de espíritus. La intervención típica se desarrolla con el paciente tumbado en una camilla. El curandero coloca una de sus manos en vertical sobre la zona a operar y mete bruscamente sus dedos dentro del cuerpo del enfermo. Empieza a brotar sangre y, después de hurgar un rato, el curandero saca trozos de carne que presenta como el tumor o lo que sea. Seguidamente, frota la zona y la descubre al público sin cicatriz alguna. ¿Milagro? No, truco.

Cualquier ilusionista es capaz de duplicar el efecto visual logrado por un cirujano psíquico. Basta con doblar los dedos por los nudillos bruscamente, al tiempo que se oculta la maniobra a los espectadores con la otra mano, como hacen los curanderos. Así parece que hemos penetrado en el cuerpo del paciente. La indispensable sangre procede bien de un falso pulgar -un dedal de plástico que cubre el dedo a modo de capuchón- bien de globos disimulados entre el algodón que el sanador pide constantemente a su asistente. El ayudante también facilita los trozos de carne de ave o de vacuno que se presentan como extirpados. Una vez consumado el engaño, la víctima se cree curada y hace un generoso donativo o paga una factura que puede ascender a cientos de euros. Y eso por algo en lo que no creen ni sus practicantes y que puede llevarte a la muerte por la vía rápida al abandonar el tratamiento médico convencional.

Al cirujano psíquico Tony Agpaoa, que falleció en 1982, «le quitaron el apéndice en San Francisco en un hospital», recuerda en su libro Fraudes paranormales (1982) el ilusionista James Randi, quien añade que, cuando uno de sus hijos enfermó, el curandero no dudó en confiar su salud a médicos corrientes y molientes. Es lo que tenía que haber hecho Peter Sellers, haberse sometido a un bypass urgente cuando se lo recomendó su cardiólogo. Por desgracia, el genial comediante confió más en un cirujano psíquico filipino que simuló curarle la dolencia que poco después le mataría a los 54 años.

El libro

James Randi: psychic investigator (1991): el ilusionista y experto descubridor de fraudes desenmascara engaños como la astrología, el espiritismo y la cirugía psíquica.

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 20 de agosto de 2008.