América vikinga

Ilustración: Iker Ayestarán.
Ilustración: Iker Ayestarán.

Cristóbal Colón no descubrió América. Ni siquiera fue el primer europeo en pisarla. El continente fue descubierto por los cazadores recolectores siberianos que cruzaron el estrecho de Bering hace 22.000 años. Por eso había indios en América en 1492. Y un grupo de vikingos fueron los primeros en llegar desde Europa cinco siglos antes que el Almirante, aunque su logro no tuvo ninguna repercusión histórica. Al contrario de lo que ocurrió con la llegada de Colón y sus naves, a partir de la cual se vivió un choque de culturas, España creó un imperio en el cual no se ponía el Sol y las potencias europeas se lanzaron a la conquista del Nuevo Mundo.

La presencia vikinga en América desde el siglo X está documentada por la arqueología y por la Saga de Groenlandia y la Saga de Erik el Rojo. Cuentan estas obras literarias que Erik Thorvaldson, llamado El Rojo, fue desterrado de Islandia en 982 por el asesinato de dos hombres, la misma razón por la que su padre había sido expulsado años antes de Noruega. Erik el Rojo navegó entonces hacia el oeste y llegó a un territorio que, para atraer a sus compatriotas, bautizó como Groenlandia (tierra verde). Una exageración, ya que la isla estaba helada y sólo había un par de valles verdes al sur. «Constituye el primer caso de propaganda engañosa», ironiza el arqueólogo Kenneth Feder, de la Universidad Central del Estado de Connecticut, en su libro Fraudes, mitos y misterios (1990).

La tierra del vino

Los vikingos desembarcaron en Groenlandia en una época de temperaturas superiores a las actuales, conocida como Óptimo Climático Medieval. La colonia prosperó hasta contar con 5.000 habitantes repartidos en 250 granjas. «La de la Groenlandia noruega era una población con un marcado carácter comunitario en la que una persona no podía marcharse y vivir apartado con esperanza de sobrevivir», indica el geógrafo Jared Diamond en su libro Colapso (2005). La aventura acabó cuando, hacia 1300, un cambio climático marcó el inicio de la Pequeña Edad del Hielo, un periodo frío que duró hasta el siglo XIX. Los vikingos groenlandeses fueron incapaces de adaptarse a las nuevas y duras condiciones ambientales y se extinguieron. Pero antes pisaron más territorios desconocidos.

Poco después de llegar a Groenlandia, Leif Erikson, hijo de Erik el Rojo , se perdió cuando navegaba hacia el oeste. Fue así a parar a un lugar que llamó Vinlandia (tierra del vino), donde los vikingos establecieron un asentamiento hacia 1022. Vinlandia era rica en recursos inexistentes en Groenlandia; pero los indígenas hicieron que nórdicos duraran poco allí. «La expedición descubrió entonces que, a pesar de todo lo que aquella tierra podía ofrecerles, sufrirían la constante amenaza de los ataques de sus antiguos habitantes», cuenta la Saga de Erik el Rojo. Y los colonos volvieron a Groenlandia desde una Vinlandia que debía de encontrarse entre la isla de Terranova, al norte, y Cape Cod, al sur. Siglos después, los arqueólogos han excavado restos de un campamento vikingo de la época en la costa septentrional de Terranova, demasiado al norte para el vino y las nueces de Vinlandia, cuya búsqueda continúa.

La Universidad de Yale anunció el 12 de octubre de 1965, aniversario del Descubrimiento, la existencia de un mapa fechado en 1440 en el que aparecía una isla llamada Vinlandia al oeste de Groenlandia. Se presentó como la primera cartografía del Nuevo Mundo, un documento al que habría tenido acceso Colón. Era una donación del magnate Paul Mellon, quien lo había comprado en Génova en 1957. El mapa incluía una leyenda según la cual, hacia el año 1000, Leif Erikson había descubierto «una nueva tierra», Vinlandia. Encajaba con las sagas nórdicas, y el documento pasó a formar parte de la Biblioteca Beinecke de Libros Raros y Manuscritos de Yale a pesar de que muchos expertos dudaban de su autenticidad.

Venganza de un jesuita

El carbono 14 dictaminó en 2002 que el pergamino sobre el que está dibujado el mapa de Yale data de 1434 ±11 años. La prueba no zanjó, sin embargo, la polémica sobre la antigüedad del manuscrito por una razón obvia: el soporte puede ser anterior a Colón, pero la inscripción no tiene por qué. Es lo que indica otro estudio publicado el mismo año por los químicos Robin Clark y Katherine Brown, de la Universidad de Londres, que confirma lo que el microanalista forense Walter McCrone ya dijo en 1973. Según sus análisis, la tinta contiene anatasa, sustancia que no se sintetizó hasta 1917 y que no se da en tintas anteriores a 1923. «Es la prueba definitiva de que el mapa se dibujó después de 1923», sentencia Clark, y coinciden la mayoría de los expertos.

Una hipótesis plausible es la de la historiadora noruega Kirsten A. Seaver, para quien el autor de la falsificación fue el jesuita y cartógrafo alemán Josef Fischer. El clérigo era un estudioso convencido de que los vikingos habían llegado a América antes que Colón -publicó un libro sobre el tema en 1902- y llegó a escribir un artículo sobre mapas falsos del Renacimiento. Seaver mantiene que el mapa de Vinlandia se debe a que Fischer no pudo aguantar el uso propagandístico que hacían los nazis de la historia vikinga y decidió vengarse de ellos.

Para ello, explica la historiadora, el jesuita compró en una subasta a principios de la década de 1930 dos libros del siglo XV y desmontó parte de uno. Así consiguió el lienzo, el pergamino antiguo sobre el que dibujar un mapa que dejaría claro que el descubrimiento de América había sido, en última instancia, una empresa cristiana. Porque en el texto del mapa de Vinlandia se lee: «Eric, legado del Observador Apostólico y obispo de Groenlandia y las regiones vecinas, llegó a esta verdaderamente inmensa y muy fértil tierra, en el nombre de Dios Omnipotente…». «Parece muy plausible. Pudo ser arrogancia intelectual o simplemente un juego, pero él (Fischer) estaba en el lugar idóneo, en el momento idóneo y disponía de la información necesaria. Todo cuadra», piensa Robert W. Karrow, conservador de colecciones especiales y mapas de la Biblioteca Newberry, de Chicago.

El libro

Maps, myths, and men: the story of the Vinland map (2004): la historiadora Kirsten A. Seaver examina las pruebas existentes a favor de la autenticidad del mapa de Vinlandia y, tras concluir que es un fraude, apunta a un posible autor y a las motivaciones que le pudieron llevar a hacerlo.

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 15 de agosto de 2008.